Desde la década de los treinta científicos de todo el planeta han investigado al mango, como si fuera sospechoso de tanta dulzura.
Existen alrededor de 750 documentos científicos –y siguen aumentando– que prueban que esta fruta de origen hindú es un milagro de una sola pepa. En el bestseller del New York Times, Súper Frutas, el nutricionista Paul Gross colocó al mango en el primer lugar en su ránking de frutas que superan las vitaminas de farmacia.
El mango dejó atrás a clásicos de la salud como las naranjas (terceras), fresas (cuartas) y papayas (séptimas). En África, por ejemplo, son todo un fenómeno: lo utilizan como una fruta para prevenir la desnutrición y han creado hornos de sol para secarlo y así prolongar su vida útil.
Sólo su pulpa contiene fibra prebiótica que potencia el sistema inmunitario, vitamina C, carotenos y polifenoles, que evitan posibles problemas cardíacos. También previene las enfermedades mentales, ya que es cinco veces más antioxidante que una copa de vino. Su piel contiene bioactivos que inhiben el desarrollo de células de gordura humana.
Acostumbrados a sacrificarnos en nombre de la nutrición, gracias al mango es posible chuparse los dedos sin culpa. Comerlo con las manos desnudas es un ensuciarse alegre. Regresar a ese instante donde aún era tierno comer con todo el rostro y el jugo se deslizaba hasta los codos.
Se pasa tan bien comiendo mangos que un cronista norteamericano confesó que le hubiera gustado poseer una segunda lengua luego de probarlo por primera vez. Tener una segunda lengua, la boca más ancha, las manos más grandes.
Son deseos comunes cuando probamos el mango. En la tienda más grande del mundo en Amazon, ya venden un cortador de mangos, a sólo 13.99 dólares, que asegura ser el método más rápido, limpio y simple. Pero en Piura, esa tecnología parecerá siempre reservada a turistas.
Es un lugar donde se toman el tiempo de disfrutar de un buen mango, a la sombra y absorbiendo cada gota de jugo. Sus raspadillas de mango en la Plaza de Armas son un lujo para atenuar el calor, y es uno de los helados preferidos por sus pobladores.
En el bosque de mangos también se requiere de paciencia y vigilancia desde el principio. La semilla debe colocarse sobre el suelo con el dorso hacia arriba, dejando ver tan sólo un tercio de ésta.
Cuando crecen se podan durante tres años antes de dar frutos y cuando lo hacen, deben estar atentos a cortarlos antes de que quiebren las ramas por su peso. Si bien la variedad de mangos en Piura no llegan a parecerse al récord mundial filipino, de tres kilos y medio de un poco más grandes que un balón de básquet, llegan a pesar un poco menos de un kilo.
Y cada árbol pueda dar cientos de frutos por al menos tres décadas. Se dice que un bosque de mango tiene uno de los perfumes más intensos de la naturaleza, pero quizás se trate sólo de la pureza del aire.
En México se ha realizado un estudio sobre la cantidad de dióxido de carbono que captura el árbol de mango promedio. El resultado indica que utiliza el doble del que es emitido para hacerlo crecer, cosechar y transportarlo.
Introducido al continente por los portugueses a principios de la colonia, es la cuarta fruta tropical más comercializada del mundo, por debajo de la piña, el plátano y la palta. Pero eso está a punto de cambiar, la fruta que en India es un símbolo de amor, tiene todo el potencial para convertirse en el fruto más comercializado del mundo.
El mango representa un negocio rentable para agricultores que también contribuye al medio ambiente. En una entrevista de 2011, un antiguo ministro de comercio exterior de Perú, afirmaba que a los peruanos les era más rentable vender mangos de Piura que computadoras.
Su razonamiento era económico: uno compra una computadora cada dos años, pero la alimentación es diaria. Como buen publicista del mango agregó, que si bien una computadora de China compite con una americana o una japonesa, el mango de Piura no tiene competencia por la calidad de su sabor.
No era una declaración patriótica. Su afirmación provenía de la experiencia de probar mangos que pasan un control de calidad que contiene veinte puntos, desde la firmeza hasta la perfección de la cáscara.
Mientras que los mangos mexicanos tienen fama de producir salmonela, y los hindúes son vetados por los mercados que no confían en el agua que los hace crecer, los de Piura son un fruto exclusivo. Son orgánicos y deliciosos.