El Perú está nuevamente en momentos críticos. Es una constante de nuestra vida republicana. Ya deberíamos recibir la placa de Récord Guinness por tener seis presidentes en seis años.
Y la situación se sigue calentando, el hervidero social está en ebullición y amenaza con chamuscar a todo el país en pocas horas.
Para colmo, la flamante primera presidenta del Perú, Dina Boluarte, incumple lo que prometió: irse con Pedro Castillo, si lo vacaban. Pasó lo segundo, pero la promesa se incumplió.
Luego, echó más leña al fuego y anunció el proyecto de ley para convocar a Elecciones Generales, pero para el 2024. ¡La gente lo quiere ya!
Sin embargo, ese no es el problema de fondo.
Las calles y las redes sociales gritan: «Que se vayan todos» [los congresistas] pero, ¿quiénes ingresarán en una probable nueva legislatura? Sí, lo que está usted está pensando: los mismos de siempre.
Hay dos responsables directos de esta nefasta realidad: los partidos políticos y los votantes.
El primer responsable tiene un caótico presente: los partidos tradicionales están casi moribundos; los casi nuevos partidos tienen caudillos como ‘líderes’; y lo demás son movimientos regionales que atomizan más la propuesta política.
No olvidemos que hay financiamiento público a los partidos políticos.
En junio de este año, la ONPE informó que se había aprobado la transferencia financiera del periodo julio-diciembre del 2022 a un grupo de partidos políticos por una suma que superaba los 7 millones 700 mil soles.
Entre las organizaciones políticas beneficiarias estuvieron Perú Libre, Fuerza Popular, Renovación Popular, Acción Popular, Alianza para el Progreso, Avanza País, Juntos por el Perú, Somos Perú, Podemos Perú y el Partido Morado.
«La democracia cuesta», me decía el constitucionalista Carlos Hakansson. Sí, ¿pero el costo lo vale?
Y el otro gran responsable es el votante.
Sí, nosotros que no fiscalizamos a los partidos políticos y que nos cuesta poner una pequeña cuota de razón al momento de elegir. De lo que nos quejamos ahora es consecuencia de lo que elegimos.
Estoy seguro que la presión social hará que las elecciones se adelanten al 2023; sin embargo, reitero, el problema de fondo es otro: «Que se vayan todos», para que vuelvan los mismos.