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Pietro D’Onofrio: Conoce la historia del pionero de las heladerías y confiterías en el Perú

¿Sabías que Pietro D'Onofrio trajo por primera vez los helados al Perú y tiempo después creó el chocolate Sublime? En esta nota te contamos todo sobre el gran éxito que alcanzó el empresario italiano en el Perú.
Por Gabriela Bárcena
4 minutos
D'Onofrio

El apellido D’Onofrio se convirtió en una de las marcas más emblemáticas en el Perú, pues con más de 120 años en el mercado la empresa ha logrado mantenerse con el paso del tiempo.

Sin embargo, muy pocos personas conocen toda la historia detrás del italiano Pietro D’Onofrio, quien logró posicionarse como uno de los empresarios más innovador, pues creó un gran número de productos que posicionó por primera vez en nuestro país.

En esta nota te contamos más detalles de su historia y cómo trajo al Perú por primera vez los helados, otros dulces, y a la vez, crear el reconocido Sublime.

¿Quién es Pietro D’Onofrio?

Pietro D’Onofrio, fue un italiano que con solo 21 años decidió dejar su ciudad natal en busca de mejores oportunidades. En primer lugar llegó a Argentina, donde incursionaría en el mundo de la heladería.

Sin embargo, trabajar como heladero no era su meta de vida, y en busca de esta, decidió viajar a Estados Unidos, país en el que tuvo la misma suerte.

Por ello, le aconsejaron viajar, junto a su esposa e hijos, a Lima, pues en el país se desconocía sobre los helados. De esta forma, en 1897 con 41 años de edad, Pedro D’Onofrio (nombre que le pusieron en Perú), llegó al país y se ubicó en el barrio de Chacarilla.

La historia de los helados D’Onofrio

Al llegar a Lima, el emprendedor, apoyado de una pequeña carretilla de madera que llevaba su apellido, empezó a vender sus helados por todas las calles de la capital.

Cabe destacar que Pietro era el encargado de elaborar los helados. Y, gracias a la innovación de sus productos y al gracioso sonido que emitía con una corneta, comenzó a atraer muchos más clientes y su éxito fue creciendo cada vez más.

Primera carretilla de Pietro D'Onofrio
Al principio la carretilla era de madera y tenía el nombre de la compañía

D’Onofrio comercializó sus productos de esta forma por casi una década. Sin embargo, el trabajo era muy complicado porque la materia prima de los helados era nieve de Los Andes, lo que hacía que el proceso sea muy costoso y tedioso.

Por ello, el empresario decidió comprar una fábrica de hielo para industrializar su producto.

Fue así que, con la ayuda de su hijo mayor, Antonio D’Onofrio, iniciaron la expansión de la marca a otras ciudades del Perú. Asimismo, hacia 1919, las carretillas fueron pintadas de amarillo, el color que se convertiría en el principal ícono de la marca, que hasta el día de hoy se mantiene.

Un nuevo producto estrella: Chocolate Sublime

El éxito de los helados D’Onofrio era grande, sin embargo, sus mayores ventas se registraban solo durante 5 meses al año. Por ello, la compañía decidió incursionar en el mercado de la confitería.

Es así que, en 1924, decidieron abrir una fábrica donde se producía diversos caramelos y galletas. Sin embargo, el verdadero producto estrella de este rubro llegaría 2 años después.

Pietro D'Onofrio
Pietro D’Onofrio fue el pionero de la heladería y confitería en el Perú

En 1926, la empresa creó el reconocido Sublime, un chocolate que se envolvía en papel manteca durante sus primeros años.

Sublime actualmente se convirtió en uno de los chocolates más famosos del mercado peruano y posee un dominio de mercado del 22%, según La República.

Cabe mencionar que, luego de 47 años, cuando la empresa ya se encontraba al mando de Antonio D’Onofrio, se convertirían en la primera compañía en lanzar el primer chocolate blanco en el Perú, con la edición de Sublime.

La venta de la compañía

Pietro D’Onofrio falleció en 1937 a sus 78 años, dejando a su hijo mayor a cargo de la compañía. Antonio, inició un proceso de modernización de la fábrica, buscando un lugar más grande para posicionarla.

De esta forma, la empresa sacó al mercado muchos productos innovadores. Sin embargo, no fue suficiente para sobrevivir a la crisis económica que se vivió en el Perú en 1980.

Por ello, comenzaron a vender acciones, en su mayoría al Grupo Gloria y para 1990, la familia Rodríguez logró obtener el dominio total de la empresa.

Finalmente, en 1997 el negocio atravesaba su mayor auge, convirtiéndose en una empresa atractiva para conglomerados extranjeros como Nestlé y Unilever, por lo que decidieron comprarla por 80 millones de dólares.