En escasos seis días, nuestro país va a tener tres presidentes. Sí, ¡tres presidentes! Vizcarra (vacado), Merino (renunciante por presión popular) y el nuevo que salga en el transcurso de este lunes 16 de noviembre (esperemos que así sea).
La gran pregunta es. ¿cuánto tiempo durará en el poder el próximo presidente transitorio? Esta pregunta no es descabellada ante un Congreso que está plagado de intereses personales y de personajes impresentables por la cantidad de procesos legales abiertos.
En las últimas horas, en mis redes personales, he intercambiado opiniones con muchos amigos y contactos sobre el accionar del parlamento nacional.
Desde mi punto de vista, para los congresistas, la democracia en el Perú es un camisa gastada que se la pelean unos ‘indigentes’, personas carentes de valores y de visión de país. Aunque esta situación no es exclusiva de esta legislatura.
Una camisa vieja deshilachada por las mangas, en precaria situación porque muchos aventureros la jalan sin piedad; una camisa vieja remendada por otros que intentan mantener la democracia en pie a pesar de las heridas de muerte que le profieren con una frecuencia siniestra.
Aunque en las últimas horas presentó una lista conformada por cuatro de sus congresistas, antes de ello, el Partido Morado prefirió ‘guardarse’ y presentar un candidato a las elecciones del 2021 (Julio Guzmán) en vez de pasar a la historia con un gobernante de transición hacia el Bicentenario de la República.
Por otro lado, la lista única encabezada por Rocío Silva Santisteban no convenció a la mayoría parlamentaria. Un poco más de 40 votos es el reflejo de que la candidata de la izquierda no convenció a los intereses de los que votaron en contra o los que se abstuvieron.
Los que se abstuvieron, ¿cuál es su papel en este momento crucial de la República? ¿Esa es la actitud que se espera de un parlamentario que está decidiendo el futuro de un país que va a cumplir 200 años de Independencia? Más seriedad señores.
Finalmente, no olvidemos a los miles de jóvenes que han logrado detener las acciones vedadas de un Congreso y un Ejecutivo carente ya de legitimidad.
Lo que ha pasado en nuestro Perú no es la revuelta de un adolescente desorientado, es el hartazgo de millones de jóvenes peruanos que están haciendo lo que sus mayores no hicieron: construirles un Perú mejor. Porque este hartazgo no es de ahora, es de décadas.
¿Acaso no dicen que los mayores luchan para dejarles un mundo mejor a sus hijos? ¿Este es el Perú que les dejaron? En 20 años aplaudimos el «crecimiento económico», pero nos olvidamos del desarrollo del país, en institucionalidad, por ejemplo.
Esperemos que al final del día tengamos alguna luz al final del túnel.