Lima, una de las ciudades más congestionadas del mundo, enfrenta una gran pérdida económica debido al colapso del tráfico, que genera pérdidas millonarias y daños al medio ambiente.
El año pasado, Lima escaló del quinto al segundo lugar en el ranking mundial de ciudades con mayor congestión vehicular, según datos de TomTom Traffic. Este empeoramiento se traduce en un tiempo promedio de viaje de 24 minutos para recorrer diez kilómetros, superando en cinco minutos el promedio de otras ciudades sudamericanas. En horas punta, especialmente entre las 6 y 7 de la tarde, este tiempo se extiende a 33 minutos.
Los altos tiempos de desplazamiento significan que los limeños pasan más de dos días adicionales en el tráfico cada año, comparado con otras ciudades de la región. Para aquellos que viajan en hora punta, la pérdida de tiempo anual asciende a casi tres días, lo que se traduce en una pérdida de productividad estimada en S/2 mil millones anuales.
Además de los costos económicos, el tráfico también conlleva costos ambientales. Según IQAir, San Juan de Lurigancho y Ate exhiben niveles de contaminación que exceden en más de diez veces los límites establecidos por las Naciones Unidas, lo que agrava los impactos sobre la salud y el entorno.
Retraso de las obras
La urgencia de abordar esta crisis resalta la necesidad de un sistema de transporte público masivo y eficiente que descongestione las vías de la capital. Sin embargo, los esfuerzos en este sentido se han visto obstaculizados por la falta de avances significativos en obras.
Aunque el sistema actual incluye la línea 1 del metro de Lima, el Metropolitano y los corredores complementarios, estos no han sido suficientes para cubrir la demanda. Según la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU), solo el 7% de los viajes diarios se realizan en transporte público masivo, mientras que el 41% se realiza en medios convencionales como buses, combis y colectivos.
Según el Instituto Peruano de Economía (IPE), indica que es importante acelerar la implementación de proyectos de transporte masivo, pero los retrasos persisten. La línea 2 del metro de Lima, por ejemplo, ha ejecutado solo la mitad de su compromiso de inversión casi una década después de la firma del contrato. Originalmente programada para inaugurarse en 2020, se espera que la finalización se retrase hasta 2028.
Los retrasos se atribuyen a problemas de entrega de terrenos, con la ATU aún pendiente de recibir 14 parcelas debido a procesos lentos de expropiación y saneamiento. Además, una reciente controversia con la Municipalidad Metropolitana de Lima respecto a la construcción de una estación central de metro ha generado pérdidas de hasta US$9 millones diarios debido a retrasos en el proyecto, según Ositrán.