El desgaste institucional y el desborde de casos de corrupción visibilizados en los últimos meses nos vienen dejando un 2018 con una sensación ácida en el escenario político.
Y mientras tanto, pocos son los medios de prensa que logran mostrar las incertidumbres y realidades de candidatos y autoridades electas en el marco de las elecciones subnacionales que siguen todavía su curso.
El discurso y debate parece haber retrocedido al lenguaje retórico, irrealizable y confrontacional, donde las estrategias sobre desarrollo económico, social y de gobernanza brillan por su ausencia.
La apatía ciudadana viene ganando terreno y es una alerta para nuestra democracia local (en la provincia de Piura, un 1/3 de los votos era nulo y viciado).
De manera que los alcaldes y gobernadores del Bicentenario deben luchar con ello y con una herencia de problemas financieros, legales y sociales en sus entidades de gobierno. Si bien suele suceder con cada cambio de gestión, esta vez parece ser más agudo.
Ante este panorama la población buscará y denunciará de forma constante las obras y acciones inmediatas que pueden motivar una urgente necesidad de “hacer cosas rápidas”.
Sin embargo, y con el ejercicio en marcha de los proyectos de la Reconstrucción con Cambios, podemos replantear nuestra gestión pública municipal hacia proyectos de medio y alto impacto que impliquen presupuestos de envergadura.
Cinco cosas bien hechas pueden ser diametralmente impactantes que 100 actividades coloridas.
La atomización de la inversión es uno de los problemas que aquejan a los gobiernos subnacionales, aunque en el caso piurano los últimos resultados indican una mayor concentración de montos en proyectos de mayor presupuesto (al contrario de Tumbes o Lambayeque).
Esta atomización puede recrudecerse entre 2019 y 2020 debido al inicio de la gestión edil, y donde sectores como Cultura y Educación son las más afectadas.
En el caso del rubro “cultura, deporte y desarrollo urbano” la participación de proyectos pequeños resulta ser de más del 70% entre 2015-2018, por lo que es el área que menos peso tiene en proyectos de inversión y de representatividad territorial en el municipio (El Comercio, 29 de octubre de 2018: 20)
¿No será esta una de las causas por las que el sector creativo-cultural se piensa como algo accesorio sin mayor respuesta o aporte a los “verdaderos problemas” de la ciudad?
Hay una larga tradición de proyectos culturales municipales basados en eventos inconexos, pobremente evaluados y sin mayor ambición social y económica. De los implementados y con un propósito de alcance provincial, raramente se le ha hecho seguimiento de mediano y largo plazo, para con ello mostrar a la ciudadanía su capacidad transformadora y de desarrollo.
La revitalización de un museo puede ser un proyecto que dinamice el turismo urbano, la conservación del patrimonio local, la educación intercultural, la identidad y el fomento de emprendimientos.
La implementación de un teatro o equipamiento de vanguardia para las artes escénicas resulta otro espacio de impacto social y cultural, además de económico. Son clarísimos los resultados en diferentes partes del mundo, como también en el país (Gran Teatro Nacional, Museo Tumbas Reales de Sipán, Ruta Moche). La pregunta es ¿Por qué no apostamos a este tipo de infraestructuras?
Al existir poco ejercicio de gestión visionaria y eficaz, las gestiones han pasado sin pena ni gloria en muchos ámbitos del gobierno local. Y si añadimos el pobre ejercicio de diagnósticos participativos y planeación estratégica real, el resultado termina siendo documentos encarpetados y gerentes desprovistos de políticas y programas de gestión.
Ese ha sido el triste panorama que suele imperar en las dependencias de cultura, desarrollo social o deportes.
La invitación a las nuevas autoridades está en tomar el tiempo necesario para trabajar líneas de desarrollo sustentados en la misma demanda ciudadana y con garantía de sus impactos en lo cultural-creativo y socioeconómico.
Este ejercicio nos llevará inevitablemente a priorizar proyectos y generar estrategias para impulsar aquellos de fuerte inversión, en paralelo con aquellos que construyen procesos, generan líneas base y abren puertas a la sostenibilidad y gobernanza del territorio.
Este es el ejercicio que permitiría que una ciudad como Piura pueda contar con el museo más visitado e innovador del extremo norte peruano, el programa de funciones teatrales y dancísticas más potentes de las zonas fronterizas del país, así como una motivación de visita que recurre cada vez más a la cultura y al arte local, además de las inversiones en agroindustria, minería, infraestructura de exportación y playas.
Venimos debatiendo décadas sobre valor agregado y competitividad, pero seguimos mirando bajo y siempre a la naturaleza y sus riquezas mal explotadas.
La economía creativa es una interesante hoja de ruta para salir del entrampamiento que vivimos, quizá de las pocas para la sostenibilidad de hábitats como los norteños.