Acabo de leer la noticia de que el jefe de una Oficina de Control de Jueces, en Huancavelica, pagaría mil soles de su bolsillo a las personas que denuncien a un juez corrupto. Y he recordado algo que leí en un libro de Michel Sandel: que este tipo pagos son incentivos perversos que corrompen los deberes morales o cívicos.
Me explico. Todos hemos escuchado la anécdota de las maestras que decidieron poner una multa a los padres que recogían tarde a sus hijos del nido y que obtuvieron el efecto contrario: aumentaron las tardanzas. Los papás tomaron la multa como una tarifa a pagar por el tiempo adicional que las profesoras pasarían cuidando a sus hijos mientras ellos terminaban sus asuntos pendientes.
En este caso sucedió que a mayor precio (pensión más tarifa, o multa) mayor demanda.
Este tipo pagos son incentivos perversos que corrompen los deberes morales o cívicos.
Bueno pues, esto demuestra que los criterios económicos no se pueden trasladar sin más a todas las situaciones de la vida social.
Los incentivos económicos en este tipo de casos no funcionan, pues no pueden reemplazar los compromisos morales o cívicos, como el de recoger a los hijos puntualmente, o denunciar a un funcionario corrupto. Al contrario, lo que se logra es desplazar valores no mercantiles, inapreciables en dinero, como la paternidad, el sentido de comunidad, el civismo, el altruismo.
Cuando las personas se comprometen en una actividad que consideran intrínsecamente valiosa, ofrecerles dinero por ella puede debilitar su motivación al depreciar o “desplazar” su interés o compromiso intrínsecos.
Si el efecto desplazamiento continúa, la elevación de los incentivos reduce en vez de elevar la producción; contrariamente a lo que los economistas esperan.
“Tan pronto como el servicio público deja de ser el asunto principal de los ciudadanos y estos se valen de su dinero en vez de sus personas, el Estado empieza su declive” señala Sandel, citando a otro economista.
Nos recuerda este autor que uno de los defectos de una sociedad dirigida por el mercado es que hace que languidezcan virtudes como el altruismo, la cortesía, el sentido de comunidad. Para renovar nuestra vida pública necesitamos renovarlas con energía.