El laboratorio estadounidense Moderna anunció que el 27 de julio extenderá las pruebas clínicas a grupos más grandes de personas en 87 puntos de Estados Unidos.
Esta medida se toma luego de que en el mes de mayo hicieran público que su vacuna experimental contra el coronavirus había generado inmunidad en las primeras pruebas clínicas.
Esta última etapa se medirá la efectividad de la vacuna de Moderna en grupos variados y registrar cualquier posible efecto secundario.
Además, los sujetos del ensayo ayudarán a comparar la vacuna con inyecciones de placebo y a evaluar si dos dosis de la vacuna, conocida como ARNm-1273, evitarán que las personas se contagien de COVID-19.
Desacuerdos
El gobierno estadounidense apoyó el proyecto de vacuna de Moderna con casi US$ 500 millones, por ser uno de los más avanzados, al encontrarse en fase de estudios clínicos. Sin embargo, la agencia Reuters informó la semana pasada de tensiones entre científicos gubernamentales de Estados Unidos y Moderna.
Las fuentes indicaron que científicos de la compañía, que nunca ha producido una vacuna aprobada ni ha realizado un gran ensayo, se enfrentaron a científicos gubernamentales por el proceso, retrasando la entrega de los protocolos del ensayo y resistiéndose al consejo de los expertos sobre cómo hacer el estudio.
Estas fricciones habrían retrasado en más de dos semanas el lanzamiento del ensayo, previsto ahora para fines de julio. Moderna “podría estar en plazo si cooperara más”, indicó una fuente a Reuters.
Los desencuentros han generado preocupación por la relativa inexperiencia de la joven firma biotecnológica y lo que las fuentes describieron como falta de personal y experiencia para supervisar la fase más crítica de los ensayos con humanos.
Moderna negó equivocaciones de su parte, aunque reconoció “diferencias de opinión” con expertos implicados en el esfuerzo. El portavoz de Moderna, Ray Jordan, declaró que «no ha sido fluido ni fácil. Nadie ha hecho algo así antes”.