La emergencia sanitaria producto de la expansión pandémica del COVID-19 configura un escenario disruptivo que genera en los individuos una intensa sensación de vulnerabilidad, la cual se agudiza en sociedades como la nuestra, donde la confianza en los servicios públicos se encuentra menoscabada.
Al ser un “enemigo desconocido”, el COVID-19 genera un alto grado de ansiedad.
Recordemos que la ansiedad es una reacción frente a algo que connotamos como amenazante; y qué más amenazante que un virus nunca antes visto, para el cual no se tiene vacuna y que ha causado la muerte a más de 3200 personas.
Visto en perspectiva, la tasa de mortalidad de la enfermedad equivale al 1.89% de los contagiados (según cifras de OMS al 16.03.2020).
No obstante, el tono exageradamente alarmista con que algunos medios transmiten información, sumada a la distorsión que dicha información sufre cuando se trasmite de individuo a individuo mediante memes, cadenas de WhatsApp, fake news, enlaces de portales no certificados, hace que todos quieran ponerse a buen recaudo de este riesgo.
De allí que, tal como si se tratara de una película suprarrealista, aparecieran por calles y plazas de Lima y otras ciudades del Perú personas con mascarillas de todo tipo (las cuales no garantizan inmunidad frente al virus).
Ni qué decir de las personas que se lanzaron en tropel a los supermercados para hacerse con descomunales provisiones para afrontar un aislamiento social obligatorio que era evidente llegaría más pronto que tarde.
Las medidas adoptadas en el marco de la declaratoria del estado de emergencia, aunque drásticas, resultan necesarias para intentar aplanar la curva de expansión.
Corresponde a los individuos asumir su responsabilidad social y acatar las restricciones establecidas.
Si operamos bajo la lógica de una psicoterapia y resignificamos este evento disruptivo, hallaremos lecciones que nos ayuden a crecer como sociedad.
No se trata de reaccionar impulsivamente frente a la crisis, sino de ser cautelosos y cumplir las disposiciones de las autoridades, pues ese Estado al que ahora desoímos será el mismo al que demandaremos atención y cobertura en esta u otra emergencia.
Si aprendemos estos, lograremos estar más allá del bien individual y nos acercaremos a la idea una nación donde todos sumamos.