Caminar por las calles de Santa Isabel es muy distinto a lo que era antes de la pandemia del Covid-19. Muchos locales han cerrado y los que quedan ya no lucen repletos como de costumbre.
La cantidad de gente en las calles tampoco es la misma. Aquella zona donde antes abundaban muchos jóvenes ahora abunda el temor y el miedo por acercarse demasiado.
Entre restaurantes, spas, hoteles, farmacias, centros médicos y bancos; hay 108 negocios en esta urbanización.
En la avenida Panamericana solo hay 12 locales abiertos. Negocios como Rosatel, Somos Suchi y Barber Shop han cerrado y en sus tiendas solo quedan espacios vacíos con un letrero de “se alquila”.
No se puede decir lo mismo de grandes como Submarino o la Sanguchería, pero tampoco la pasan muy bien.
“Antes trabajábamos 4 personas y teníamos dos locales en Piura, ahora solo somos mi compañero y yo en un local con el 30% menos de las ventas”, dijo Isabel Osores, trabajadora de la Sanguchería.
Y es que las cosas pintan muy mal cuando se tiene que cambiar hasta el “plato fuerte de la casa”. En la Sanguchería han optado por enfocarse en los desayunos y ya no en la cena, que era su especial.
Además, los locales lucen vacíos al costado de las largas colas que se forman en el BCP. Las largas filas de carros en toda la avenida ya no son de los clientes para consumir en los negocios, sino son de personas apuradas por hacer trámites bancarios.
La Avenida Country
La Country tiene más suerte. Sus locales siguen en pie. El color y el movimiento no parece haber variado mucho.
Sin embargo, dentro de los negocios ya nada es lo mismo. Abigail Castro Ramos es una trabajadora de Brasas Broster, que ahora labora y gana menos por la poca clientela.
“Sí han bajado las ventas. Empezamos en enero de 2020 y fueron tres meses regulares donde vendíamos entre 200 a 250 pollos diarios, pero cuando llegó la pandemia vendemos entre 120 y 45, peor ahora con la inmovilización”, dijo Abigail.
Los Spa y los restaurantes que se ubican en la avenida aclaman por la gente que forman colas en las farmacias.
Locales y la inmovilización de las 7 pm.
Dentro de Santa Isabel hay muchos más locales que, por su ubicación, tienen menos flujo de clientes.
Con ello, tienen que adecuarse al complicado horario brindado por el Gobierno, el cual los obliga a cerrar antes de las 7 de la noche por la inmovilización social obligatoria.
Sin embargo, se siguen manteniendo con la esperanza de que lleguen más personas en algún momento.
“Ya no hay muchos clientes como antes, les perjudica la hora, antes venían después de trabajar, pero ahora, que el toque de queda comienza a las 7 pm, llegan 25 de los 40 clientes que antes venían”, indicó Roxana Atto, trabajadora del centro especializado en terapias y rehabilitación, Fisimed.
Los hoteles no han sufrido tanto como otros negocios, pues en lo único que les ha afectado la inmovilización es el cambio de horario.
“La inmovilización afectó porque antes venían huésped hasta las 11 de la noche, ahora tienen que venir antes por el toque de queda”, dijo Gabriela Arca, trabajadora de Posada Blanca.
“Aunque antes venían huéspedes de empresas, ahora vienen solo familias”, agregó.
La misma suerte corren las bodegas, pues las personas, por evitar las aglomeraciones de los supermercados, han optado por ir a estos lugares donde encuentran una atención segura y rápida.
Yadi Bancayán es dueña del minimarket “Virmech” y mencionó que sus ventas solo sufrieron pérdidas de 10% en toda la pandemia.
La amargura de las pastelerías
La conocida pastelería Gourmand ha tenido que acoplarse al nuevo horario del toque de queda que ha dictaminado el Gobierno para la región Piura.
“Uno de nuestros días más altos eran los domingos, ahora que hay inmovilización total no podemos vender nada”, exclamó Diana Mendiguren, administradora de dicha pastelería.
Además, ha tenido que contratar una movilidad particular para movilizar a sus trabajadores luego de las 7 de la noche, siendo un gasto extra.
Por otro lado, la panadería Capuccino Baguette ha tenido que sobrevivir esta pandemia sin ser beneficiarios del reactiva Perú.
Asimismo, tuvo que cortar el personal de atención porque los ingresos han bajado; sin embargo, sus trabajadores que estaban en producción los ha seguido manteniendo.
Los locales han cambiado, los clientes ya no son los mismos, lo único que perdura es la esperanza que todo vuelva a ser como antes.