Don Fernando Luzón inició este negocio y lo mantuvo «a puro punche», hasta su último día de vida. «San Fernando» es una de las panaderías más tradicionales del barrio de Pachitea, ubicada en el Jr. Napo 131, frente al Mercado Central de Piura.
En 1992 fallece su propietario y la panadería cierra. Los ocho hijos de don Fernando ya trabajaban o habían formado su familia propia. Ida, una de las hijas, había terminado su carrera de Administración de Empresas y trabajaba en una empresa exportadora de congelados hidrobiológicos. Sin embargo, de un momento a otro, le comunicaron que no le renovarían su contrato de trabajo.
Corría el año 1994 y con su liquidación bajo el brazo, Ida se preguntó cómo podía invertir ese dinero. En ese momento, apareció una de las preguntas más comunes del emprendedor: ¿me busco otro trabajo o genero mi propia empresa? Ida se decidió por lo segundo.
De inmediato decidió reabrir la panadería que fundó su padre. Sin embargo, poner en marcha la decisión no fue fácil. Aunque ella, desde muy joven, había ayudado a su padre en el negocio, no tenía la destreza de los años anteriores. Además, el local de producción estaba abandonado.
Debido a la precaria situación, decidió invertir las tres cuartas partes de su liquidación para reflotar la panadería. En Catacaos encontró a un mecánico y un albañil que pusieran operativo el local de producción. Buscó a los antiguos proveedores de insumos y a dos clientes fieles de la panadería en la época de su padre. A ellos les contó que el negocio reabría y que estaba a su disposición para volver a trabajar juntos.
Mientras preparaba el camino para volver a empezar, Ida convenció a uno de sus hermanos que aún no conseguía empleo para que la acompañara en esta aventura. Viajaron unos días a Lima y se inscribieron a cursos de panificación. Con los conocimientos nuevos y la inversión de renovación del local ejecutada, regresaron a Piura a reabrir el negocio.
Con un horno de leña y tres canastas redondas para almacenar el pan, «San Fernando» volvió a abrir sus puertas un 4 de abril de 1994. La producción del día fue de más de 1200 panes (25 kilos de harina, medio saco). La noche y las madrugadas de trabajo se volvieron en la rutina diaria. Mientras que las primeras horas de la mañana se dedican a la venta del pan en el mercado. El día terminaba con la limpieza del local. «Era ‘bien matado’ el trabajo porque solo eramos dos personas: mi hermano y yo», recuerda Ida.
Pasaron algunos meses y su hermano tuvo que dejar el trabajo porque consigue el nombramiento en una plaza laboral del Poder Judicial. En ese momento, tuvo que contratar a sus dos primeros trabajadores: Elio y Aníbal Alberca. De esta manera, ellos preparaban el pan, Ida se dedicaba a las ventas y otro colaborador realizaba los repartos.
La demanda de pan creció y tuvo que cambiar su horno rudimentario por una máquina industrial. En 1998, invierte 2500 dólares en la compra de un horno y 4000 mil más en otro horno con el menaje. Con el tiempo, invirtió en la adquisición de hornos rotativos, implementó su bodega y compró una motofurgón para los repartos.
Han pasado 24 años de trabajo ininterrumpido y hoy usa 400 kilos de harina por día para su producción y brinda trabajo a 14 personas en tres turnos. Además, tiene dos tipos de producción: productos embolsados (chancay, tortas de canela, panetón, galletas de agua, pan de molde, chocotones, etc.) y los panes que se trabaja, a diario, en las noches y madrugadas.
Premio Mype
En el 2012, la panadería «San Fernando» es reconocida por el Ministerio de la Producción como una empresa que había logrado impactar en su localidad dentro de la formalidad. Postularon 2500 micro y pequeñas empresas a nivel nacional. A la semifinal llegaron 200; el premio solo lo obtuvieron tres empresas.
En este largo recorrido, Ida recuerda que «antes de fallecer, mi padre me pidió que saque adelante la panadería. Creo que lo he cumplido. Él siempre será mi inspiración para mejorar».