Samuel, una persona de casi 50 años se toma el rostro y con un abanico trata de reducir el abrasador calor que perpetra la esquina de la cuadra 2 de la avenida San Martín con Huancavelica en el centro de Piura.
«Desde que era niño, venía a comer raspadilla, esto no era asfalto, era solo tierra», comentó Samuel.
José Salvador Rosillo nació en el barrio Buenos Aires, estudió la secundaria en el colegio San Miguel y no era muy fanáticos de los estudios, por lo que terminó a los 27 años.
Lo cuenta con orgullo, no se amilana, porque según él cuenta que no le gustaba estudiar por eso se dedico al trabajo.
José, lo único que rescata de su estudio nocturno es que conoció al amor de su vida, quien ahora es su esposa.
Él y su esposa, comienzan su trabajo diario a las 4 a. m. con la preparación de jarabes y comida, a partir de las 8:30 a. m. se dirige a su centro de labores para vender papas rellenas, arroz chaufa, ceviche y a las 11 de la mañana, comienza la venta de raspadillas hasta las 5 de la tarde.
José lleva desde 1984 vendiendo raspadillas, lo que en números revelan que lleva 39 años calmando la sed en muchos piuranos.

Todo «vale»
«Todo vale», muchos comensales piensan que don José Salvador, se llama o se apellida Valentín, pero este seudónimo se lo colocaron unos clientes que se las ingeniaban para adquirir raspadillas.
«En mis inicios, se acercaban muchos niños que en muchas ocasiones no tenían dinero y si lo tenían, eran 10 o 20 veinte céntimos y otros traían lapiceros, calculadoras, yo solo respondía; si, todo vale, pero también espera un anillo de oro», explica y bromea.
Tres personas que se encuentran en la fila para adquirir su raspadilla, llegan a una conclusión: la raspadilla de Vale tiene un sabor tradicional, que solo se encuentra en este punto del centro de Piura.

Otras personas llegan por que consideran que las raspadillas son el «antídoto» para el calor, mientras que algunos llegan por recomendación.
El sentido del humor de José Salvador genera simpatía y buena vibra entre los comensales.
Don «Vale», como suelen decirle, tiene 3 hijos, Estefanía, Ingrid y Joan, el varón es su mano derecha en el negocio.
Se va ocultando el sol, a casi las 4 de la tarde y atinó a preguntarle a José Salvador si se considera un ejemplo de persona trabajadora.
Se muestra nostálgico, mira al cielo y me responde: «Desde niño, mi persona ha tratado de generar un ingreso desde muy chico, un hombre ejemplar no, pero sí una persona trabajadora».
Samuel guarda su abanico, es su turno y lo sabe, camina y atina a mostrarme el pulgar arriba en señal de aprobación y se marcha.
José Salvador se muestra muy contento ofreciendo sus raspadillas y espera que un comensal llegue con una cadena oro para decirle «todo vale».
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