Después de las adversidades llegan los mejores momentos, y esto lo sabe bien Rodolfo Paquiyauri, un emprendedor originario de Huancavelica, quien decidió empezar de cero con su familia haciendo lo que más les gusta: hilar en telares de pedal.
Rodolfo Paquiyauri, decidido a enfrentar las adversidades, fundó Makichay como una manera de preservar una tradición familiar de más de 17 años. Lo que comenzó como un proyecto artesanal, ahora está posicionado como un referente en las redes sociales, cautivando a miles con sus diseños únicos y su historia de perseverancia.
Este emprendimiento no solo revitalizó una tradición familiar, sino que también inspiró a otros artesanos a seguir sus pasos. A través de las plataformas digitales, Makichay demostró que es posible combinar lo tradicional con lo moderno, llevando un mensaje de resiliencia y creatividad.
Los inicios en Huancavelica
Rodolfo creció en un hogar lleno de vida y trabajo artesanal, junto a sus padres y 10 hermanos. Desde pequeño, mostró un profundo interés en los telares, una labor que sus abuelos y su padre realizaban con dedicación.
“Después de caminar dos horas para ir al colegio, ayudábamos a mi abuela a hilar. Era un aprendizaje natural, casi sin darnos cuenta”.
Sin embargo, la estabilidad de la familia se vio afectada cuando sus padres compraron una camioneta para transportar sus productos a otras ferias. En este vehículo habían invertido la mayor parte de su dinero, sin embargo, un trágico accidente cambió su destino: el vehículo cayó al agua junto con todos los fardos de ropa, dejando a la familia sin ingresos ni transporte.
Obligados por las circunstancias, dejaron Huancavelica y se mudaron a las minas de Casapalca en busca de nuevas oportunidades cuando Rodolfo tenía 11 años.
El cambio a un nuevo entorno no fue sencilla. A los 16 años, Rodolfo comenzó a trabajar en una mina para ayudar a su familia. Sin embargo, junto a sus hermanos se dieron cuenta que dedicarse a este sector no era lo que querían, por lo que decidieron seguir con la tradición que habían dejado atrás.
Fue así como la familia, con los ahorros de su trabajo, adquirió un nuevo telar y empezó desde cero. En 2010, decidieron establecerse en el valle del Mantaro, en Huancayo, un lugar conocido por su riqueza cultural y artesanal. Al año siguiente, compraron un segundo telar y empezaron a reconstruir su negocio.
Así iniciaron nuevamente, aunque al principio solo eran conocidos por los vecinos de la zona y solo confeccionaban trajes típicos de huancavelica y ponchos, de los cuales vendía uno al día. En ese tiempo el emprendimiento no contaba con un nombre en específico, pero consistía en trabajar para tiendas que les proporcionaban materiales; ellos tejían las prendas y las entregaban, recibiendo un pago inmediato por sus servicios.
Es importante precisar que este emprendimiento forma parte de la cuarta generación de una tradición familiar dedicada a los tejidos artesanales.
Makichay: Reinventarse ante la adversidad
Con el pasar de los años, en 2020, la pandemia cambió el panorama de muchas empresas, incluidas las de los artesanos. Rodolfo decidió incursionar en TikTok para mostrar sus creaciones. Lo que comenzó como videos casuales con su pequeño hijo, quien hacía bailes tradicionales, se transformó rápidamente en una estrategia comercial exitosa.
Uno de sus videos, donde explicaba el proceso artesanal de sus productos, alcanzó más de dos millones de vistas. Debido a esto Rodolfo y sus hermano se dieron cuenta del impacto que podía tener su historia y sus productos, por lo que los comentarios los motivaron a seguir.
Es así que Rodolfo junto a sus hermanos decidieron darle una identidad a su emprendimiento poniéndole como nombre Makichay, el cual tiene raíces en el quechua y significa «manito». Surgió como un homenaje a la cultura andina y a la tradición familiar de Rodolfo.
“Teníamos muchos nombres pensados, pero ninguno nos convencía. Mi hermano, que también habla quechua, sugirió «Makichay», y así quedó. Es perfecto porque refleja quiénes somos y el trabajo que hacemos con las manos”.
Gracias a esta exposición, Makichay logró posicionarse rápidamente en el mercado, por lo que empezaron a exportar ponchos y chalinas a países como Estados Unidos, Italia y España. Sin embargo, enfrentaron retos logísticos, como los altos costos de envío, que a veces superaban el precio de los productos.
Rodolfo destaca que a través de las transmisiones en vivo pueden llegar a cientos de personas de todo el mundo, lo que logró crear un vínculo especial con su audiencia.
“Sentimos como si nos conociéramos de años, incluso con personas de otros países que nos piden transmitir en vivo para ver cómo trabajamos”.
Asimismo, Makichay, conocido por su impacto y reconocimiento, tiene como objetivo emplear a madres solteras y a personas en situaciones vulnerables. Actualmente, el negocio cuenta con un equipo de siete personas, aunque en su mejor momento llegó a emplear a 14 trabajadores.
El sueño de Rodolfo no solo es ofrecer productos y servicios de calidad, sino también demostrar que los emprendimientos pueden ser agentes de cambio social, generando empleo donde más se necesita.
Metas futuras
Makichay planea abrir un espacio físico en los próximos meses para recibir a clientes directamente. También tienen proyectos en desarrollo para 2025, con el objetivo de expandir su alcance y seguir impulsando el arte textil andino.
“El público nos ha dado mucho. Gracias a ellos, nuestros sueños se han hecho realidad, y queremos devolver ese apoyo con más innovación y dedicación”.
Rodolfo y Makichay son un claro ejemplo de cómo las tradiciones pueden adaptarse a los nuevos tiempos, creando un puente entre el pasado y el futuro.