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Falleció Lidia Vega, la piurana que inventó el negocio de vender chifles y con 97 años seguía trabajando

Lidia Vega es la piurana que inventó el negocio de vender chifles. Cuando empezó, a nadie se le había ocurrido embolsar los plátanos fritos que se servían en las grandes fiestas de aquel entonces. Hablamos de los años 50.
Por Arturo León Publicado: Últ. actualización: 18 febrero, 2022 11:59
4 minutos

Que en paz descanse. Lidia Vega de Olaechea, piurana que dio vida a los chifles más famosos de Piura, falleció este viernes 18 de febrero del 2022. El año pasado, exactamente el 11 de febrero, brindó una entrevista a Infomercado donde contó -una vez más- su increíble historia y cómo seguía trabajando a los 96 años. Aquí, el recuerdo de esa crónica

Crónica publicada el 26 de febrero del 2021:

La fachada de la casa está lejos de parecerse a la de una tienda. No tiene letreros, jalavistas, ni nada por el estilo. Pero de las escaleras siempre baja alguien con una bolsa de chifles. Sucede que ahí, en la calle José Olaya 204, en el distrito de Castilla, se sabe que vive Lidia Vega.

Ella es nada menos que la piurana que inventó el negocio de vender chifles. Cuando empezó, a nadie se le había ocurrido embolsar los plátanos fritos que se servían en las grandes fiestas de aquel entonces. Hablamos de los años 50.

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«Mi papá tenía una hacienda por Tambogrande. Como tenía su plata guardada en el banco, el día de su cumpleaños invitaba a todos los banqueros. El patio se llenaba de gente. Y para los invitados, hacía chifles. Y a todos les encantaba y pedían más y más«, comenta doña Lidia, quien en abril cumplirá 97 años.

La señora Vega recibió a Infomercado ahí, en la casa de José Olaya, el mismo lugar donde hizo sus primeros chifles con la cacerola gigante que le prestó una de sus hermanas hace 60 años.

«Cuando quedé viuda, pensé en hacer chifles. Felizmente tenía esta casa. Desde aquí hasta el mercado de Piura me iba a pie para ahorrar el sol del colectivo y comprar un plátano más. Me fiaban el plátano y después de vender les pagaba«, cuenta.

Al inicio, los vecinos y conocidos le compraban, pero no vendía tanto como para mantener a sus hijas. No se le ocurrió mejor idea que ahorrar un poco de dinero y poner un aviso en el diario El Tiempo. Todo cambió a partir de ahí. Los Chifles Olaechea, por el apellido de su esposo, se hicieron famosos.

«Nadie vendía en ese tiempo. Yo era la única. Después del aviso, ya no podía hacer los chifles sola. Contraté un montón de chicas y me fue muy bien con los chifles. A cada rato golpeaban la puerta en esta misma casa«, cuenta doña Lidia.

Los chifles de la abuelita

Por problemas familiares, doña Lidia Vega ya no es dueña de la marca Olaechea. Hoy, junto a sus hijas, produce y vende en todo el Perú la marca Los Chifles de la Abuelita. Están por cumplir cuatro años y actualmente producen cerca de 1,500 kilos diarios de chifles, aunque por la pandemia ya no están trabajando todos los días.

Hoy, con 97 años, su trabajo es uno de los más importantes en el proceso de producción de los chifles: ella es el control de calidad. «Yo siempre pruebo los chifles a ver si tienen el crocante, el sabor, el nivel de sal y la forma correcta», asegura.

Actualmente, los chifles se pueden comprar en Mom Market, en el grifo Épa, Rapidito Market, y diferentes bodegas de la ciudad. En Lima están presentes en todos los grifos Repsol. Cuentan con tres tipos de chifles: clásicos, picantes y dulces; así como diferentes tamaños. Además, producen miel, algarrobina y tamarindo.

Chifles de la Abuelita también produce algarrobina, miel de abeja y tamarindo azucarado.

«Hemos llegado hasta Oxapampa. Sería pecado quejarnos porque en tres años hemos llegado a muchos lugares«, comenta Patricia Olaechea, una de sus hijas.

Los planes de Los Chifles de la Abuelita Lidia Olaechea es llegar a otros países en el mediano plazo. «Queremos llegar afuera. Pero te piden que el chifle dure cinco meses, así que tenemos que cambiar muchas cosas para exportar. Estamos trabajando en eso«, añadió.

La señora Lidia sonríe al escuchar los objetivos que se han trazado para su marca. A sus 96 años, no hay perdido el espíritu emprendedor que la llevó a inventar un negocio del que ahora viven miles familias en Piura y todo el Perú.