Las frazadas tigre, conocidas por su característico diseño y su incomparable capacidad para abrigar, se han convertido en un símbolo de la cultura peruana. Con una historia que se remonta a más de un siglo, estas emblemáticas mantas han resistido el paso del tiempo, convirtiéndose en un elemento esencial en los hogares peruanos y en un recuerdo entrañable de la infancia para muchos.
Origen de las frazadas Tigre
El origen de las frazadas tigre se remonta a finales del siglo XIX en Perú. Aunque existen diseños similares en países como Ecuador y México, los modelos más antiguos surgieron en tierras peruanas. Dos empresas se disputan el título de pioneras en la confección de estos mantos: la fábrica de tejidos Maranganí en Cusco, que opera desde 1890, y la Fábrica de Tejidos Santa Catalina en Lima, fundada en 1888.
Santa Catalina, considerada actualmente como la fabricante oficial de las ‘frazadas tigre’, fue fundada por el italiano Bartolomé Boggio y el estadounidense Enrique Price. Según testimonios de sus empleados, el icónico modelo de la frazada tigre se creó poco después de la fundación de la empresa, lo que le otorgaría una antigüedad aproximada de 136 años.
Crecimiento
El crecimiento de Santa Catalina se aceleró cuando Mariano Prado Ugarteche se unió como socio diez años después de su fundación. Esta asociación permitió a la compañía expandirse, abriendo varias sucursales y consolidándose en el mercado textil peruano.
La popularidad de las frazadas tigre creció no solo por su atractivo diseño, sino también por sus excepcionales propiedades térmicas. Compuestas por una mezcla de fibras naturales como alpaca y lana de ovino, estas frazadas ofrecen un aislamiento térmico superior gracias a la estructura única de sus fibras, que incluyen bolsas de aire microscópicas que capturan el calor corporal.
Problemas para la empresa Santa Catalina
A mediados del siglo XX, Santa Catalina enfrentó dificultades debido a la competencia de compañías textiles que utilizaban fibras artificiales y sintéticas, más económicas de producir y vender. Posteriormente, durante el gobierno de Juan Velasco, la empresa pasó por un proceso de cooperatización, quedando en manos de sus trabajadores.
Actualidad
En 1992, Santa Catalina pasó a ser propiedad de la familia Aragón. Actualmente, solo queda activo uno de sus locales, ubicado en la cuadra 4 del jirón Carabaya, en el Centro Histórico de Lima. A pesar de los cambios, la frazada tigre sigue siendo el modelo más solicitado por los clientes.
A la cabeza de Santa Catalina está Wilson Aragón Ponce, ingeniero industrial que –quizá inspirado en el legado de los Prado– tentó las lides políticas hace 12 años. En el 2006 postuló a la Alcaldía de Lima con el partido Renacimiento Andino, pero no rugió: ocupar el último lugar entre los 12 candidatos, con apenas el 0,23% de los votos, puede que haya sido suficiente escarmiento.
Hoy en día, Santa Catalina ofrece una variedad de modelos, incluyendo el clásico Tigre, así como diseños Hilton, Incaica, Miramar, Persa y Tumi, en tamaños de plaza y media y dos plazas. La empresa también ha adaptado sus productos a las necesidades modernas, incorporando fibras artificiales antialérgicas en algunos modelos para zonas con elevada humedad.
A pesar de los desafíos enfrentados a lo largo de su historia, las frazadas tigre continúan siendo un símbolo de la tradición peruana y un producto apreciado por su calidad y capacidad de abrigo. Como dicen los peruanos: «Si nunca has tenido una frazada de tigre, no tuviste infancia», reflejando el profundo arraigo de este producto en la cultura peruana.
Cifras
Los precios de las emblemáticas frazadas tigre varían significativamente según su tamaño, oscilando entre los 80 y 240 soles. Aunque el 2023 presentó desafíos para la empresa, con una caída del 40% en las ventas debido al fenómeno El Niño, las perspectivas para el 2024 son prometedoras.
Santa Catalina prevé una recuperación sustancial en sus cifras de venta, impulsada por un pronóstico de temperaturas más bajas y un invierno más crudo que el año anterior. Esta anticipación de un clima más frío se perfila como un factor clave para revitalizar la demanda de estas icónicas frazadas, conocidas por su excepcional capacidad de abrigo.