Opinión

El asesinato de Paul Flores “El Ruso” y su impacto en el posicionamiento de la cumbia peruana

Paul Flores, “El Ruso”, representaba no solo un aporte vocal a Armonía 10, sino un estilo particular que conectaba con el público.

Por Infomercado
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Paul Flores Ruso Armonía 10

El reciente asesinato no solo enluta a una familia sino también al panorama artístico del país y pone de manifiesto las consecuencias de la inseguridad, un problema creciente que azota no solo la vida cotidiana de miles de peruanos, sino también la de artistas y figuras representativas del género de la cumbia. Este lamentable suceso trasciende al plano del marketing y la gestión del posicionamiento de Armonía 10 y de la cumbia peruana en su conjunto.

Para comprender la dimensión de esta tragedia, es necesario recordar que la cumbia peruana se ha arraigado profundamente en la cultura popular, experimentando un proceso de fusión entre ritmos andinos, amazónicos y tropicales que le ha permitido una asombrosa vitalidad frente a otras corrientes musicales.

Tal como lo analiza Jaime Bailón en “La chicha no muere ni se destruye, solo se transforma: vida, historia y milagros de la cumbia peruana”, la llamada “chicha” logró, desde la segunda mitad del siglo XX, un lugar sólido en el imaginario colectivo gracias a su capacidad de adaptarse a nuevas tendencias y públicos.

En la misma línea, la investigación “Historia de la cumbia peruana: de la música tropical a la chicha (2022)” del Dr. Jesús Cosamalón y Percy A. Flores profundiza en el carácter híbrido y en la expansión de este género, resaltando la forma en que las productoras musicales, la radio y la creciente masa urbana de migración interna forjaron la importancia de la cumbia en todo el país . Dentro de este contexto, Armonía 10 se erige como uno de los grandes exponentes, simbolizando la fusión de tradición y modernidad que caracteriza al género.

En marketing, la marca personal de un artista se construye principalmente sobre la base de su propuesta musical, su personalidad y la cercanía con su audiencia. Paul Flores, “El Ruso”, representaba no solo un aporte vocal a Armonía 10, sino un estilo particular que conectaba con el público.

Su carisma y talento fueron factores clave para que la agrupación mantuviese un posicionamiento notable en la escena local. El repentino crimen que acaba con su vida no solo trunca su trayectoria, sino que deja un vacío en la propuesta del grupo y genera un golpe mediático que pone en entredicho la seguridad alrededor de las presentaciones y giras artísticas que se realizan a diario a nivel nacional.

Para el público, la marca personal de un músico de cumbia se asocia con la alegría, la cercanía y el entretenimiento. La violencia extrema perpetrada a través de este asesinato rompe este imaginario y origina una asociación inmediata con la inseguridad, el riesgo y la vulnerabilidad.

En consecuencia, el posicionamiento de la banda y del entorno musical se ve comprometido, ya que surgen interrogantes acerca de los cuidados y garantías que rodean al artista y agrupación musical, minando la confianza y la sensación de disfrute que caracterizan a los espectáculos de cumbia.

El asesinato de una de las voces de Armonía 10 envía un mensaje de vulnerabilidad que no solo afecta a la agrupación, sino a todo el entorno. Los medios cubren el suceso desde una óptica de violencia y trágico desenlace, lo que puede generar temor en productores, empresarios y seguidores.

Asimismo, la pérdida de una figura carismática reduce la energía del grupo, afectando la atmósfera festiva que se busca en los conciertos. Además, el suceso puede mermar las presentaciones en vivo, forzando a las productoras o a la misma banda a limitar su actividad, repercutiendo así en la promoción de la cumbia en escenarios nacionales e internacionales.

Por otro lado, el concepto de marca país también se ve cuestionado cuando la inseguridad impacta a figuras representativas de la cultura popular. Cualquier noticia de este calibre, al trascender fronteras, incide en la imagen que el Perú proyecta en el exterior.

La inseguridad es problema estructural, y la muerte de “El Ruso” se enmarca en una ola que no distingue profesión ni sector económico. Sin embargo, en la industria musical, donde muchas presentaciones se realizan en contextos masivos o al aire libre, el riesgo crece. Los artistas y productores se ven obligados a extremar medidas, asumiendo costos adicionales para garantizar la seguridad. Esto, a su vez, puede afectar la rentabilidad y la frecuencia de los espectáculos, deprimiendo al sector artístico que ya afronta otras limitaciones.

En este punto, la responsabilidad de las autoridades es innegable. La carencia de planes de seguridad y la limitada presencia policial ha creado un caldo de cultivo para actos delictivos que ponen en jaque la sostenibilidad de actividades culturales relevantes.

Finalmente, la trascendencia de la cumbia peruana, documentada por autores como Bailón y Cosamalón, demuestra que este género posee la resiliencia propia de un fenómeno cultural que se nutre de los sentires populares. Los músicos, empresarios y seguidores suelen adaptarse a escenarios complejos y, sin duda, continuarán el legado de Paul Flores buscando honrar su memoria a través de la música. Sin embargo, el desafío futuro radica en fortalecer el sector a través del trabajo conjunto de las agrupaciones musicales, enfatizando mensajes de unidad, respaldo mutuo y prácticas seguras que no sean flor de un día, sino que permitan que la cumbia siga desempeñando su rol cohesionador y festivo en nuestra sociedad.

En definitiva, la violencia y la inseguridad no pueden anular una historia musical que, por décadas, ha acompañado al Perú en sus penas y alegrías. Por ello, la tragedia que hoy enluta a la familia de Paul Flores y a sus seguidores debe ser un llamado a la reflexión y al trabajo conjunto para proteger la vida de quienes dedican su talento a la cultura nacional.

MBA. Rony Guerrero Montes

Coordinador de Escuela de Administración y Marketing UCV – Sede Piura