¿Cómo una pequeña carreta de helados logró convertirse en la marca de helados más importante del Perú? La respuesta está en la historia de Pietro D’Onofrio, un italiano que transformó un sueño en un legado de más de 100 años.
La historia de D’Onofrio es mucho más que la de una empresa; es el reflejo de un esfuerzo familiar que transformó un pequeño emprendimiento en un gigante de la industria. Sus productos no solo llevan alegrando la vida de generaciones, sino que se convirtieron en parte de la identidad cultural del Perú.
Hoy, la marca lidera el mercado heladero con más del 80% de participación, ofreciendo más de 20 productos al público peruano y estadounidense.
Inicios de D’Onofrio
Pietro D’Onofrio, conocido más tarde como Pedro, nació en 1859, en Sessa Aurunca, un pequeño pueblo en Caserta, Italia. A los 21 años, decidió dejar su país para buscar un futuro mejor.
Su primer destino fue Rosario, Argentina, donde encontró su primer contacto con el mundo de los helados gracias a una carta de Raffaele Cimarelli, un amigo de la familia que ofreció traspasarle su carrito de helados.
Pedro aceptó la oferta y descubrió el potencial del negocio. Sin embargo, en 1888, decidió regresar a Italia para reunirse con su madre, Gesualda, y formar una familia. En Sessa Aurunca se casó con Raffaela di Paolo Ciuffi, con quien tuvo diez hijos. Pero el destino tenía otros planes.
Años después, Cimarelli volvió a influir en la vida de Pedro. Desde Virginia, lo animó a probar suerte en Estados Unidos, un lugar con un clima ideal para vender helados. Pese a sus esfuerzos, el negocio no prosperó como esperaba.
En 1897, un amigo le sugirió ir a Lima, Perú, pues los peruanos desconocían el concepto de helados, por lo que solo consumían raspadillas o cremoladas. Motivado por la idea, Pedro llegó al Perú junto con su familia y comenzó su aventura con una pequeña carreta de madera pintada con las palabras Hokey Pokey, que se convertiría en el origen de las carretas que hoy conocemos.
El toque de corneta que Pedro utilizaba para anunciar sus helados por las calles rápidamente se volvió característico. Su helado insignia, llamado Imperial, conquistó a los limeños.
La familia D’Onofrio se posicionó primero en la calle Pachacamilla, luego en Granados, y finalmente en un local de la avenida Grau, que se convirtió en la principal ubicación del negocio por muchos años.
Luego de 10 años, Pedro D’Onofrio, decidió cambiar la materia prima con la que preparaba los helados, cambiando la nieve de los Andes por hielo artificial. Esto fue debido a que un ingeniero estadounidense le sugirió adquirir una planta de este recurso para dar pase a la industrialización del negocio, en 1908.
Es importante precisar que Pedro no estaba solo en este proyecto. Para expandir su empresa, trajo desde Italia a su sobrino Domingo y a sus cuñados Amedeo y Orlando Di Paolo, quienes se unieron al desafío de hacer crecer el negocio. En 1911, con apenas 15 años, su hijo Antonio, quien se encontraba en Italia estudiando, fue llamado de regreso al Perú, ya que Pedro descubría la necesidad de preparar a un sucesor.
El liderazgo de Antonio D’Onofrio
Antonio asumió la dirección en 1919, año en que el negocio cambió de razón social a “Antonio D’Onofrio, sucesor de Pedro D’Onofrio”. Con su visión innovadora, transformó las tradicionales carretas de helados pintándolas de amarillo, un color que se convirtió en símbolo de la marca. Sin embargo, Lima solo ofrecía un mercado estacional, lo que limitaba las ventas a los meses de verano.
Para superar este desafío, Antonio decidió diversificar el negocio e incursionar en la producción de golosinas. En 1924, instaló la primera fábrica D’Onofrio en el jirón Cotabambas, equipada con tecnología europea moderna. Fue allí donde, en 1926, nació el icónico chocolate Sublime, envuelto inicialmente en papel manteca.
La empresa continuó evolucionando gracias al retorno de los hijos de Pedro desde Italia. Umberto D’Onofrio llegó en 1932 como ingeniero agrónomo, seguido de Luis D’Onofrio en 1933, quien aportó su experiencia en la industria dulcera. La unión de estos esfuerzos permitió a la marca ampliar su portafolio con nuevos productos como caramelos, galletas y chocolates de alta calidad.
En 1937, a los 78 años, Pedro D’Onofrio falleció, dejando un legado que su hijo Antonio continuó expandiendo. Durante los años 50, la empresa trasladó sus operaciones a una planta más grande en el exfundo Aramburú, en la avenida Venezuela, ocupando un área de 36,000 m².
Fue en esta etapa que nacieron productos icónicos como los helados Bombón y Sándwich, además de marcas emblemáticas como Princesa, Triángulo, Sorrento, Beso de Moza y Frunas. También se consolidó su línea de panetones, que se convirtió en un éxito en el mercado peruano.
Con la visión de que le empresa tenga una transformación, Antonio firmó un acuerdo con Alemagna, especializada en producir panetones. Así nació el primer empaque de Panetón D’Onofrio, que lucía una referencia a la Catedral de Milán como parte de su diseño.
Para 1960, los carritos amarillos que vendían helados D’Onofrio se convirtieron en un elemento común en las calles peruanas. Dos décadas después, en 1980, estos carritos fueron rediseñados para ser más livianos y eficientes, con moldes especiales fabricados por un proveedor local que permitían mantener los helados a la temperatura ideal.
Tras la muerte de Antonio D’Onofrio en 1970, su familia continuó impulsando el negocio con nuevas ideas y estrategias. Sin embargo, problemas de administración y un déficit financiero llevaron a la venta de acciones.
En 1973, D’Onofrio marcó un hito al lanzar el primer chocolate blanco en el Perú con su versión de Sublime. Este logro demostró la capacidad de la empresa para innovar constantemente y adaptarse a las preferencias del mercado. En 1976, integró elementos de la cultura peruana en el empaquetado de los panetones, reemplazando la Catedral de Milán por la de Lima como su nuevo ícono.
En 1997, la multinacional suiza Nestlé adquirió la marca por 80 millones de dólares. La transacción no se realizó directamente con la familia D’Onofrio, sino con el Grupo Gloria, que había controlado la empresa desde 1990.
Momentos de crisis y reinvención
En 2009, una campaña promocional prometía “todos los helados a 1 sol”, generando gran expectativa entre los consumidores. Sin embargo, la limitada disponibilidad de helados de mayor precio desató quejas y descontento, incluso maltratos hacia heladeros. La marca emitió disculpas públicas para calmar la situación.
En 2014, D’Onofrio renovó su imagen inspirándose en el arte tradicional peruano, como el retablo ayacuchano. Para 2019, la marca lanzó su propia cadena de heladerías, consolidando su posición en el mercado.
En 2020, la empresa invirtió un millón de dólares en tecnología para mejorar la calidad y experiencia de sus productos. También incorporó medios de pago como Yape y lanzó el formato “D’Onofrio To Go”, llevando sus productos a carreteras y puntos estratégicos.
Por ello, es importante precisar que no solo lidera el mercado de helados en el país, sino que también representa un legado de resiliencia y adaptación.
Uno de los retos más difíciles en la trayectoria de la empresa ocurrió durante la pandemia. Pues esta coyuntura los obligó a replantear sus estrategias, priorizando la salud de los colaboradores y sus familias, sin dejar de lado la agilidad y la flexibilidad en la gestión empresarial. A pesar de las adversidades, la compañía supo reinventarse para continuar llevando alegría a los hogares peruanos.
En 2022, D’Onofrio contó con más de 6,000 heladeros, cada uno transportando en su triciclo cerca de 400 helados diarios. Al cierre de 2023, D’Onofrio consolidó su posición como líder absoluto del mercado heladero, con 88% de participación.
Hoy, con 127 años de tradición, para millones de peruanos, D’Onofrio es la marca de helados más icónica del país, siendo un referente de innovación. Además, cuenta con 5,000 heladeros en el país, fortaleciendo el mercado ambulatorio.
Asimismo, en el verano de 2024, la compañía proyectó un crecimiento de dos dígitos, impulsado por lanzamientos innovadores como Frío Rico Paleta Fresa de Huaura, Sin Parar Twins y D’Onofrio Aventuras, este último diseñado especialmente para su portafolio infantil. Asimismo, renovaron el compromiso de seguir liderando en las categorías de helado y panetones.
En plena temporada navideña, D’Onofrio busca conquistar las mesas familiares con innovadoras opciones. Este año, la marca presentó el lanzamiento de «Charitón», un panetón inspirado en la popular serie peruana «Al Fondo Hay Sitio». Esta colaboración, que rinde homenaje a la ficción nacional, promete ser una de las novedades más comentadas de la temporada. Con estas propuestas, D’Onofrio reafirma su compromiso de mantenerse como uno de los protagonistas en las celebraciones navideñas del Perú.
Con más de un siglo de historia, D’Onofrio sigue demostrando que la combinación de innovación, tradición y cercanía con el público es la receta perfecta para alcanzar el éxito.