Hoy en día, ante la pandemia del COVID 19, se está hablando mucho del rol de los mercados de abasto como puntos principales de abastecimiento alimentario, pero también como posibles focos de contagio.
En este contexto diferentes personas y organizaciones están tomando acción en la búsqueda de soluciones que nos permitan rediseñar o reutilizar a estos espacios.
Calidoscopi también se suma a estos esfuerzos, presentando datos y sugerencias que nos permitan crear colectivamente los mercados que esta nueva normalidad requiere.
Es necesario empezar indicando que en nuestro país conviven dos modelos de abastecimiento alimentario.
El primero es el comercio tradicional, basado en mercados de abasto, las tiendas de barrio y los puntos de venta callejeros.
El segundo es el comercio moderno, conformado por grandes cadenas de supermercados e hipermercados.
A pesar que estos últimos han penetrado exitosamente en la década pasada, aún los mercados de abasto siguen siendo el principal lugar donde los ciudadanos adquieren los productos para su alimentación.
En el 2016 se realizó el segundo Censo Nacional De Mercados De Abastos[1], a cargo del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Ahí se indica que a nivel nacional se han registrado 2 mil 612 mercados de abastos.
El departamento de Lima concentra el 47,2% (1 mil 232) del total de mercados en el país.
Del total censado, el 88,2% de los mercados de abastos en el país son de tipo minorista y el 1,7% de tipo mayorista. Un 10,1% es de tipo mixto.
De los 273 mil 733 puestos en funcionamiento, el 63,8% corresponde a giros tradicionales de negocios y el 36,2% a rubros no tradicionales.
Dentro del primer grupo, destacan los puestos dedicados a la venta de abarrotes (21,1%), verduras (20,2%), expendio de comidas (18,3%), venta de frutas (12,0%), entre otros.
A nivel nacional, la figura más frecuente de administración en los mercados de abastos es la Junta de Propietarios.
La junta de propietarios es una forma de organización privada que abarca más de la mitad (50,4%) de los centros de expendio del país, equivalente a 1 mil 317 mercados.
Las juntas son las encargadas de la gestión y administración de las áreas de propiedad común en el mercado, entre otras responsabilidades.
Le siguen, los mercados de administración municipal (25,4%), aquellos administrados por personas naturales (13,6%) y Juntas Directivas (10,1%).
En los “Lineamientos generales de la política nacional para la competitividad de mercados de abasto” elaborados por el Ministerio de la Producción en el 2016, se indica que los mercados de abasto son parte de la cadena de valor gastronómica del Perú.
Esta cadena, en los últimos años, ha tenido un desarrollo notable, permitiendo a Lima ser considerada como “La capital gastronómica de América Latina”, pese a ello, llama la atención que no se tenga mercados bien puestos[2].
En el mismo documento se señala que los mercados de abastos en el Perú, presentan barreras que limitan su competitividad, generan ineficiencias en la distribución de alimentos y afectan la cadena de valor gastronómica.
Entre las principales barreras están: i) inadecuada infraestructura y equipamiento, ii) administradores y conductores con limitadas capacidades para la gestión.
Asimismo, iii) deficientes prácticas de manipulación y salubridad iv) inadecuada gestión de residuos sólidos, v) ausencia de políticas de promoción.
Esta realidad se agudiza ante la discontinuidad de las políticas públicas que promuevan su competitividad.
Esto se debería al desconocimiento de los actores públicos respecto al rol de los mercados de abastos como espacio público urbano, por la limitada información actualizada sobre su situación, y por la primacía de políticas enfocadas a la fiscalización.
Conociendo la realidad de nuestros mercados, podremos generar propuestas más aterrizadas que respondan a las problemáticas y necesidades que han tenido los mercados antes del COVID19, y que se han acentuado ante esta pandemia.