Hace un tiempo hablamos aquí de que en el Perú la familia está dejando de ser la estructura integradora de la economía y del comportamiento de las personas. Hoy veremos que esa transformación tiene mucho que ver con el cambio del rol de las madres.
En los inicios de la humanidad, lo natural era vivir en grandes familias, de abuelos, padres, tíos y primos, como en los ayllus de nuestra región, donde las personas podían defenderse y proveerse de alimentos, vestido y calor.
Con el tiempo la sociedad vio que tendría más bienestar si producía en grupos especializados que intercambiaban sus productos con el resto y los núcleos sociales centrales se redujeron a la pareja con sus hijos. Allí la mujer administraba los recursos que aportaba básicamente el hombre, transformándolos en bienestar para todos, apareciendo la gran fuerza y la importancia de las madres, que celebraremos este domingo.
Hoy, cientos de años después, vemos otro inmenso cambio, pues la sociedad le pide a la mujer salir del hogar para hacer tareas más especializadas. Así, nuestros estudios de estilos de vida en el Perú muestran que en este siglo la mujer Conservadora, que es la mamá cuya tarea central es ocuparse del bienestar de su hogar, ha disminuido del 25% al 18% de la población, creciendo más bien la mujer Moderna, que es aquella que sale a trabajar fuera.
De hecho, muy pronto habrá tantas mujeres como hombres en la población trabajadora registrada del país.
Este cambio social transforma la estructura familiar, pues con la mamá fuera más tiempo, en los hogares se pierde algo de la unidad de comportamientos anterior. Así, hoy es normal que en un hogar el padre sea un poco instruido negociante Progresista, uno de los hijos sea Formalista (respetable joven abogado), la hija una Sofisticada (tecnológica y muy a la moda) y la mamá una esforzada señora Moderna. Muy diferentes a las familias de antes, donde todos se parecían mucho, unidos alrededor de la madre.
¿Con esto disminuye entonces la importancia de las mamás en los hogares? No, esa importancia continúa, tanto que ahora la mujer que trabaja fuera se obliga a dedicar además muchas horas al hogar. Porque aunque el cónyuge se esfuerce, todos sabemos –y ella más que nadie– que nada puede reemplazar la sensibilidad de una madre.
Por eso, aunque sin duda es conveniente exigir más a los cónyuges, creemos que la inequidad no se solucionará solo por ese lado. Eso cambiará cuando la sociedad, además de premiar a la mujer que desea trabajar fuera, reconozca la importancia del trabajo de la mamá dentro del hogar, y lo recompense adecuadamente. Y quizás ese sea el mejor regalo que la sociedad les haga a las mamás del futuro y se haga a sí misma. Feliz día a todas la madres.
Foto: Semana Económica