Renacer, el proyecto colaborativo universitario entre la Universidad de Piura, la Universidad de los Andes y la Universidad de los Hemisferios, construyó esta crónica. Narra los sucesos que vivió un sobreviviente al terremoto de Chile del 2010. InfoMercado, en su apoyo por masificar estas historias, publica los recursos del Proyecto Renacer.
Renacer: una odisea sureña
Luis Felipe Herrera Jarpa es un técnico agrícola que vive junto a su familia en Ñuble, a 400 km al sur de Santiago. Se encontraba trabajando en la Zona Metropolitana. Ese agotador 25 de febrero del año 2010, la jornada terminó a las 11 p.m.
Como era de costumbre, Luis debía viajar aquel fin de semana a Ñuble, para visitar a su esposa y a sus cuatro hijos. En aquella ocasión debía pasar antes por la casa de sus suegros para recoger unos encargos. Esa noche, gracias a aquel esporádico desvío, el camino se hizo largo y el reloj apuntaba ya la media noche. Así que decidió regresar a Chillán, donde trabajaba, pues allí tenía un espacio para descansar, y a la mañana siguiente emprendería, recién, su camino a casa.
Luis se dispuso a dormir esa misma madrugada. Después de una jornada ajetreada, el sueño lo obligó. Pero la tranquilidad no duraría mucho. En un momento, y de sopetón, la tierra comenzó a temblar como no lo había hecho en años. Su experiencia en el terremoto del 85’ le dio calma para actuar con tranquilidad. Luis salió a la calle y todo estaba cubierto por una espesa nube de polvo que le impedía ver más allá de su nariz. Fueron los dos minutos y medio más tediosos que experimentó. Cuando la polvareda se disipó vio a los otros trabajadores que estaban en el lugar. Sus rostros angustiados reflejaban la gravedad del suceso. Pese a ello, decidieron mantener la calma y esperar al amanecer para definir las rutas por donde planeaban abandonar Chillán.
Con el pasar de las horas, la ansiedad invadía a Luis, pues no había manera de comunicarse con su familia. Sin embargo, sí pudo recibir una llamada, era su jefe que le comentaba que retornara a su hogar. Y aunque él quería regresar lo antes posible, el escenario, aún oscuro, le exigió a esperar un poco más.
Comenzó su odisea a las 9 a.m. En el camino, se cruzó con carreteras partidas y puentes y postes de alumbrado caídos. No esperaba tantos daños. Cada situación que se encontraba era peor que la anterior. Sentía mucho surrealismo por los menoscabos que acababa de dejar uno de los sismos más fuertes que ha vivido Chile.
Para su suerte, descubrió que el puente que lo llevaría a casa estaba en buenas condiciones. Sin embargo, un viaje que normalmente duraba cuatro horas se convirtió en una inquietud de catorce, por la Ruta 5 Sur. En aquel auto, Luis iba acompañado de su inmensa angustia que lo llevó a encomendarse al “flaquito Inri”, pese a no ser practicante de la religión.
Cuando la distancia se acortaba, más eran las emociones que lo invadían por no saber cómo encontraría a su familia. Aproximadamente a las ocho y media de la noche pudo, por fin, llegar. Bajó rápidamente del carro y caminó al patio. De la imponente ansiedad, pasó a una tranquilidad señorial. Allí estaba su familia, junto a sus vecinos, sanos y salvos. Les propició un enorme abrazo mientras pensaba “por fin estamos juntos”.
Luego del bellísimo encuentro, llegó la hora de ponerse al corriente a través de las noticias de la magnitud del terremoto de 8.8 conocido como 27F. El epicentro fue la ciudad costera de Constitución, ubicada a 90 km de Chillán. Alrededor de 20mil personas fallecidas, 500mil viviendas afectadas, presos escapados y una balacera.
Pero de entre todo el caos, la familia Herrera fue motivo de felicidad para otras familias en su comunidad. No había luz en el lugar, y la única forma de obtener agua era a través del pozo que requería energía. Luis tenía un generador y no dudó en ponerlo al servicio de los demás. El agradecimiento de la gente no tardó en manifestarse a través de regalos.
El terremoto le dio una oportunidad para descubrir quién es y lo que de verdad importa.
Un proyecto que profundiza las vivencias de las personas
Esta crónica está enmarcada bajo el Proyecto Renacer, una iniciativa transmedia colaborativa entre las universidades de Piura(Perú), los Andes (Chile) y de los Hemisferios (Ecuador). El propósito de este trabajo es dar a conocer el esfuerzo de los protagonistas de distintos desastres naturales para afrontar los altibajos que les tocó vivir, creando una red de información verídica y testimonial que, frente a la sociedad, resalte la heroicidad y la unión que se genera en las comunidades que dan lucha a los desastres naturales. También está pensado para que la población pueda tomar conciencia sobre el daño humano que estos llegan a causar, y sobre todo se genere cierto sentido de empatía, sensibilidad, y humanidad en la sociedad.