«WeWork se declaró en bancarrota».
Este ha sido la noticia más destacada de las últimas horas en el ecosistema startup y emprendedor.
Fue fundada en 2010 por el israelí Adam Neumann y el estadounidense Miguel McKelvey, que abrieron su primer espacio de oficinas en el SoHo neoyorquino en abril de 2011.
La empresa dirigida a emprendedores y empresas emergentes hizo popular el coworking, pero nunca terminó de cuajar como negocio.
En su mejor momento, se le consideró como revolucionaria en el mercado en las oficinas. La compañía llegó a valer 47.000 millones de dólares.
La empresa anunció la bancarrota en un comunicado en el que señala que ha firmado un acuerdo de apoyo a la reestructuración de la compañía con titulares de aproximadamente el 92% de sus pagarés garantizados para reducir drásticamente la deuda.
Habrá un canje de deuda por acciones. Al tiempo, WeWork racionalizará su cartera de arrendamientos de oficinas.
Pérdidas totales
El análisis de la caída de WeWork seguramente será tema de debate por años y en diversos foros. Y algunos temas del debate corresponderán a las finanzas de los últimos meses.
De partida se puede indicar que, post pandemia, la generalización del teletrabajo golpeó el mercado de las oficinas, pero más aún a los espacios compartidos. Muchos WeWork prácticamente estaban vacíos e, incluso, cerrados.
En sus inicios, a pesar de tener pérdidas millonarias, WeWork captaba fondos en diferentes rondas de financiación que iban elevando el valor de la compañía haciéndola pasar por una startup aunque en realidad era un negocio inmobiliario nada rentable.
El diario El País de España recoge algunos cifras para el análisis post mortem:
- Perdió más del 99% del valor en Bolsa y no fue capaz de hacer frente a sus obligaciones financieras.
- Los documentos concursales cifran las deudas totales de la empresa en 18.656 millones de dólares (unos 17.400 millones de euros) a 30 de junio pasado.
- En su mejor momento, sumó como accionista al grupo japonés Softbank, que inyectó más de 10.000 millones de dólares.
- La compañía alcanzó su máximo de valoración en enero de 2019, con 47.000 millones de dólares, y se dispuso entonces a salir a Bolsa. Sin embargo, la información detallada de la empresa no pasó el escrutinio del mercado. Ni sus cuentas, ni su modelo de negocio ni sus proyecciones avalaban su valoración del mercado.
- WeWork tuvo pérdidas de 3.129 millones de dólares en 2020; de 4.439 millones en 2021 y de 2.034 millones en 2022, según sus informes anuales.
- Esos 9.600 millones de dólares en tres años (unos 9.100 millones al tipo de cambio actual) superan lo que la compañía ha ingresado en esos mismos ejercicios.
- En el primer semestre del 2023, WeWork había logrado reducir los números rojos hasta 613 millones de dólares, un 39% menos que en el mismo periodo de 2022, pero las deudas superan al valor de los activos y la compañía ha consumido la caja disponible a un ritmo insostenible.
- Al 30 de junio, tuvo un patrimonio negativo de 3.718 millones de dólares, según su último informe trimestral. Es una quiebra técnica y el negocio sigue sin funcionar. La empresa tenía ya solo un valor de 45 millones de dólares, la milésima parte que en su momento de gloria.
- La decisión de iniciar un proceso concursal afecta a las operaciones en Estados Unidos y Canadá, pero no al resto de los países, al menos por el momento. El grupo tiene espacios de alquiler en 660 inmuebles en 37 países.
- Según la documentación presentada ante un juzgado de Nueva Jersey, el número de acreedores supera los 100.000. El principal de todos ellos es US Bank Trust, con algo más de 180 millones de dólares.
A todo esto se puede sumar la conocida vida dispendiosa de su fundador Adam Neumann, amante de los excesos, que instaló en su oficina una piscina y una sauna y cuyas fiestas eran legendarias. Además, tenía operaciones vinculadas con la compañía en las que él salía beneficiado al alquilar a la empresa inmuebles que compraba.