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La Casita de los Picaflores: Así es como Giselle Silva transformó su dolor en un proyecto que fomenta la lectura en los niños de Urquillos

Giselle Silva es fundadora de la Casita de los Picaflores, un proyecto social que promueve la lectura en los niños de la comunidad campesina de Urquillos. Infomercado conversó con ella y esta es su historia.
Por Jordy Acevedo
7 minutos
La Casita de las Picaflores Giselle Silva

Giselle Silva es una psicóloga, terapeuta en Artes Expresivas y doctora en Filosofía que emprendió un viaje al Valle de los Incas en Cusco, buscando consuelo y autodescubrimiento tras la devastadora pérdida de su pareja. Sin embargo, llegó a Urquillos por casualidad y su experiencia allí resultó ser mucho más transformadora de lo que había imaginado, pues transformó su dolor en una misión: creó una biblioteca para los niños de la comunidad llamada «La Casita de los Picaflores». Esta es su historia.

Hace siete años, en enero de 2017, Giselle Silva sufrió una pérdida devastadora: su amado Raúl murió de un infarto fulminante en sus brazos. Este trágico evento marcó profundamente a Giselle y la llevó a un viaje de introspección artística.

Durante su último año en la ‘Formación de Artes Expresivas’ en TAE Perú, presentó una tesis basada en su experiencia con el duelo, especialmente el de Raúl. Sus profesores vieron el potencial de su trabajo y sugirieron que se convirtiera en un libro.

Así nació ‘La travesía del duelo. Las artes como guía del proceso de recuperación’, una reflexión profunda sobre la vida, la muerte y el amor que destaca la importancia de respetar nuestros propios tiempos de sanación.

Portada del libro ‘La travesía del duelo’ de Giselle Silva.

A pesar del reconocimiento que recibió en la comunidad científica, Giselle luchaba con su recuperación emocional. En el 2021 decidió pasar una temporada en el Valle Sagrado de los Incas, un sueño que había tenido desde hace mucho tiempo y que ahora podía cumplir, ya que sus dos hijos estaban estudiando fuera de Perú.

En busca de paz en la soledad, Giselle llegó a Urquillos, una pequeña comunidad campesina ubicada a 2,989 m.s.n.m. en Urubamba. Lo que inicialmente parecía una casualidad se convirtió en una oportunidad para cambiar no solo su vida, sino también la de toda la comunidad, al construir un proyecto que fomentaría la lectura entre los niños locales.

Nacimiento de La Casita de los picaflores

En un pequeño espacio, Giselle estableció un consultorio donde acogía a numerosas mujeres y sus hijos, quienes enfrentaban problemas de maltrato familiar, alcoholismo y prácticas de crianza severas.

Posteriormente, alquiló una humilde casita rural de adobe con un patio donde continuó su labor. Al observar la gran necesidad de atención en Urquillos, Giselle reunió a graduadas de psicología en Cusco para compartir metodologías de enseñanza que beneficiaran a las familias a través de los niños.

La casa en donde inició Giselle Silva su proyecto en Urquillos.

Así comenzaron a realizar talleres de arte y juegos durante un año. Pronto, gracias a una donación de la familia de su difunto compañero, surgió la oportunidad de abrir una biblioteca. Con la ayuda de las psicólogas, llevaron a cabo el proyecto, que entusiasmó a la comunidad y fomentó su creciente participación.

“La comunidad nos proporcionó un local en la plaza del pueblo y organizó actividades para recaudar fondos para mejorar la biblioteca. Contribuyeron con su trabajo, algunos con materiales y, entre todos, inauguramos la primera y única biblioteca de Urquillos”, relata Giselle.

Así surgió “La Casita de los Picaflores” el 11 de abril de 2023, cuyo nombre está inspirado en la cosmovisión andina, donde el picaflor es un ave que sirve como mensajera entre el mundo terrenal y el espiritual. Este pájaro, muy apreciado en la comunidad, simboliza a los niños, quienes son vistos como pequeñas aves capaces de volar alto y actuar como mensajeros de la Pachamama. Esta visión se basa en un cuento titulado “El secreto de la Pachamama”, donde el amor es revelado como el secreto más profundo.

Giselle Silva jugando con algunos niños de la comunidad. Foto: El País.

Financiación

En julio de 2023 ganaron un premio del Ministerio de Cultura para mejorar la biblioteca y gracias a ello pudieron invertir S/15,000 en libros. «Este proyecto nación sin pretender nada a cambio, solo aportar a la comunidad», recalca Giselle. Asimismo, Giselle menciona que la Casita de los Picaflores tienen un programa de madrinas y padrinos que brindan una cuota anual para sostener el proyecto.

«Nuestro programa de madrinas y padrinos comenzó con amigos personales, pero luego se amplió a más personas que le gustan el proyecto. Todos ellos dan una cuota al año y a través de ese aporte se puede sostener el proyecto para darle más libros a los niños», menciona.

Niños de la Casita de los Picaflores recibiendo donaciones de sus padrinos y madrinas.

Impacto

Giselle admite que los comienzos no fueron sencillos, ya que era una recién llegada a la comunidad. Sin embargo, con el tiempo y a través de la sinceridad, logró ganarse la confianza de las familias.

“Me esforcé por entablar diálogos con todos: padres, autoridades de la comunidad, siempre viéndolos con igualdad de derechos y oportunidades. Mantuve un perfil discreto, sin mencionar mi título de doctora, buscando siempre una comunicación horizontal”, explica.

Para Giselle, el impacto más significativo de su proyecto ha sido la notable mejora en el rendimiento escolar de los niños, quienes ahora se muestran más seguros y su motivación para aprender ha aumentado considerablemente.

“Tenemos otro programa llamado ‘24 libros a la casa’, donde la mayoría ha completado el desafío en un mes. Además, hemos observado cómo la lectura ha generado cambios emocionales positivos, ya que los niños se muestran más felices y entusiasmados”, comenta.

Algunos niños participando de los talleres socioemocionales en la biblioteca de la Casita de los Picaflores.

Actualidad y proyectos

“La Casita de los Picaflores” trabaja con más de 100 niños, de los cuales 50 acuden cada jueves para renovar sus lecturas, mientras que otros 30 participan en talleres socioemocionales. En promedio, el 80% de los niños de Urquillos están involucrados en este proyecto.

Además, se promueve que los niños creen sus propias bibliotecas en casa, destacando la importancia que los adultos otorgan a esta iniciativa. “Existen adultos que nunca habían leído un libro, algunos incluso no sabían leer ni escribir, y ahora reciben con orgullo los libros que les proporcionamos”, comenta Giselle.

Aunque prefieren trabajar con niños, debido a que es más difícil inculcar hábitos de lectura en adultos, la biblioteca permanece abierta para ellos, ya que hay algunos que muestran interés en la lectura.

Además, cuentan con un programa llamado “Bebeteca”, que ofrece juegos y estimula la lectura en bebés desde pocos meses de edad hasta los dos años. Posteriormente, atienden a niños de 3 a 5 años y luego a niños de 7 a 14 años, quienes constituyen la mayoría.

Por otro lado, tienen el deseo de expandir el programa y llevar libros y juegos a comunidades altoandinas. Sin embargo, para ello necesitan más apoyo económico y esperan que el proyecto alcance a más personas para poder cumplir con su sueño de llegar a comunidades más altas que carecen de acceso a libros.

“Nuestro objetivo es llegar a comunidades más altas y más pobres, pero no desde una perspectiva asistencialista, sino con el enfoque de fomentar el desarrollo y crear comunidades similares a la de Urquillos”, concluye Giselle.

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