Durante el primer semestre de 2022 se incrementó a 2.6 millones el número de jóvenes que laboran de manera informal en las zonas urbanas del país, según un reciente informe del Instituto de Estudios Peruanos (IPE).
Casi un millón de ciudadanos entre 18 y 29 años perdieron sus empleos en 2020, al inicio de la pandemia, según datos de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho). Tras ello, el sector productivo se recuperó, como respuesta a la flexibilización de las restricciones impuestas por la crisis sanitaria.
Sin embargo, mientras que para la población adulta se evidenció una mejora más significativa, para los jóvenes no pasó lo mismo.
Los jóvenes son un grupo que se ha visto bastante afectado, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). No solo tuvieron que trasladarse de las aulas a espacios virtuales para continuar sus estudios, sino que además, por la baja demanda del mercado laboral, se ven más vulnerables ante la crisis económica y la inflación.
Recuperación informal
En comparación con el periodo de enero a junio del 2019, en el presente año se ha incrementado en un 3.8% el número de trabajadores jóvenes en el área urbana. Este crecimiento es menor en contraste con el de grupo de 30 años a más, pues ellos se ubicaron 5.8% por encima de lo obtenido en el 2019.
Aunque se dio la recuperación, las condiciones de los empleos no son las ideales. En porcentajes, la informalidad en cuanto a los trabajos a los que acceden los jóvenes alcanzó a un máximo histórico. Se llegó a un 9.2% más que en la época prepandemia.
De esta manera, la tasa de informalidad laboral juvenil urbana se ubicó en 74.8%. Si se observa el 71.1% registrado en el primer semestre del 2019 y el 64.1% del caso de trabajadores adultos, el panorama queda más claro. Pese a ello, en comparación con ese mismo periodo, las planillas de los empleos formales también reportan un incremento de 5.6% de población joven en sus filas.
Menor calificación
Respecto a la vulnerabilidad de los jóvenes tras la pandemia, hay un factor relevante. Este es, el nivel educativo. Al 2022, se refleja un descenso de 3.1% en el número de jóvenes calificados, es decir, que cuentan con estudios superiores culminados.
Esto se debe, en gran parte, a que durante el 2020, casi 400 000 jóvenes se vieron obligados a suspender sus estudios. Además, al primer semestre del presente año, uno de cada tres jóvenes no estudia ni trabaja. Los datos del 2022, se encuentran ligeramente por encima de los que corresponden al 2019.
Según la Encuesta Permanente de Empleo, los salarios reales de los jóvenes en la capital son 7.5% menores que en la época prepandemia. Esto equivale a una pérdida de poder adquisitivo mensual de S/ 144. Además, la fuerza laboral juvenil, percibe apenas tres cuartos de los ingresos que reciben los trabajadores de 30 años a más.
Propuestas y riesgos
Miguel Jaramillo, investigador principal de Grade en la plataforma Desafío Perú, menciona que la etapa más propicia para invertir en la formalización de trabajadores es la juventud. Pese a ello, reconoce las limitaciones en cuento a la transición de empleos informales a formales, y plantea que el Ejecutivo y el Congreso vienen proponiendo medidas como los subsidios en la planilla y beneficios tributarios.
Jaramillo reconoce que estas disposiciones resultan ser solo paliativas si no vienen acompañadas de un fortalecimiento de la capacidad económica peruana para generar empleos. Estas se dan, principalmente, mediante una mayor inversión del sector privado.
El problema radica en la desaceleración de este sector. Ya van 18 meses consecutivos de terreno pesimista anunciado por parte del BCR, lo cual lleva a deteriorar las expectativas empresariales.
En tal sentido, el IPE proyecta una caída del 3.1 % en la inversión privada para el 2023. Esto costaría casi 5,000 empleos formales para jóvenes. La estimación del número de trabajos perdidos, equivale a poco más de la mitad del número oportunidades laborales que se generaban en los tres años previos a la pandemia.