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Javier Milei en el CADE 2025: ¿Cuánto influirán los resultados de las elecciones parlamentarias durante su visita a Lima?

El 26 de octubre se realizarán las elecciones legislativas en Argentina. Se renovarán 127 diputados y 24 senadores en el Congreso.

Por César Flores Córdova
9 minutos
Javier Milei - Ministerio de la Mujer
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El próximo 26 de octubre se realizarán las elecciones legislativas en Argentina. Se definirán la renovación de 127 diputados y 24 senadores en el Congreso, con la novedad de la Boleta Única de Papel y provincias que suman cargos locales al mismo proceso electoral. ¿Cuál puede ser el impacto de estas elecciones en el termómetro peruano donde también se ha ingresado a una etapa preelectoral y con la próxima visita de Javier Milei al CADE 2025, en noviembre?

Conversamos con Juan Ignacio Di Meglio, Director Senior de Asuntos Públicos de LLYC Argentina, organización que ha publicado un informe sobre el posible impacto de dichas elecciones en la región Latam.

En Argentina, las elecciones legislativas del 26 de octubre serán leídas como un plebiscito a la gestión de Javier Milei. ¿Qué tan decisivos serán los resultados para consolidar —o limitar— su capacidad de implementar reformas estructurales?

Las elecciones legislativas del 26 de octubre serán clave para el futuro político de Javier Milei, ya que marcarán su capacidad real de impulsar reformas estructurales durante la segunda mitad de su mandato. Actualmente, Milei gobierna sin mayorías en el Congreso y ha debido negociar con otros bloques para aprobar leyes clave, como la Ley Bases. Sin embargo, el Congreso ha avanzado con una agenda propia que ha puesto en jaque al oficialismo. Si La Libertad Avanza logra un buen resultado, especialmente alcanzar el tercio de la Cámara de Diputados, Milei podría fortalecer su liderazgo, dar señales positivas a los mercados y contar con más margen para impulsar sus reformas. Por el contrario, una derrota o un Congreso muy fragmentado limitarían su capacidad de gobernabilidad y consolidarían el rol del Legislativo como contrapeso.

El informe de LLYC destaca que Milei buscará mayorías legislativas para impulsar reformas tributarias y laborales. ¿Qué paralelos ve con la realidad peruana, donde también se discuten cambios en materia tributaria y laboral en un contexto preelectoral?

En Argentina, Milei está impulsando reformas orientadas a simplificar el esquema impositivo y flexibilizar el mercado laboral, con el argumento de reducir trabas a la inversión y los costos derivados de la alta judicialización de los conflictos laborales. Su estrategia inmediata pasa por recortar el gasto público y, si logra consolidar apoyo político, ha prometido avanzar luego en una reducción de impuestos.

En Perú, en cambio, el debate tributario gira en torno a ampliar la base impositiva y la formalización: el MEF propone bajar el umbral del Impuesto a la Renta para que más personas que hoy están exentas comiencen a tributar, con el doble objetivo de fortalecer la recaudación y alinear al país con los estándares de la OCDE.

Son respuestas adaptadas a contextos estructurales distintos: la informalidad en Perú ronda el 75%, mientras que en Argentina supera el 40%. En ambos casos, más allá del diseño técnico, el desafío es político: construir consensos en contextos fragmentados y ganar legitimidad frente a sus electorados en un clima de fuerte sensibilidad social.

Argentina ha mostrado avances macroeconómicos con la baja de la inflación, pero persisten tensiones sociales y pérdida de poder adquisitivo en la clase media. ¿Qué lecciones puede sacar el Perú de este modelo de estabilización con costos sociales altos?

Argentina estaba atravesando una situación extremadamente crítica que obligaba a tomar medidas poco simpáticas para la gente. Ese programa de shock permitió bajar la inflación en pocos meses y empezar a ordenar la macroeconomía, pero también generó costos sociales muy altos: pérdida real del poder adquisitivo de la clase media y un aumento de la conflictividad. Una vez estabilizados los indicadores, el gran desafío es recomponer esos costos sociales para sostener el capital político.

Argentina venía de una relativa estabilidad política, aunque con enormes problemas macroeconómicos: inflación altísima, cepos cambiarios e inestabilidad del tipo de cambio. En cambio, Perú vive una inestabilidad política persistente que, sin embargo, no ha desestabilizado sus equilibrios macroeconómicos. Esa resiliencia se explica por el funcionamiento de instituciones sólidas —como un Banco Central autónomo, cuyo presidente lleva casi 20 años en el cargo— y una política monetaria prudente, que han permitido que el sol peruano sea una de las monedas más estables de la región.

La diferencia es clara: en Argentina, la economía reacciona con extrema sensibilidad a los vaivenes políticos —podríamos decir que ‘el presidente estornuda y se dispara el dólar’—, mientras que el Perú ha logrado un grado de estabilidad cambiaria notable, incluso en contextos de alta fragmentación política.

La lección para Perú es no dar por sentada esa fortaleza: mantener la estabilidad macroeconómica requiere ir más allá de los números. Los gobiernos deben ser capaces de generar consensos, incluso en escenarios cada vez más polarizados, y al mismo tiempo gestionar los disensos para lograr transformaciones que realmente mejoren la vida de la gente. Si eso no se logra, es muy difícil sostener el capital político en el tiempo.

Ustedes mencionan que las legislativas son un “plebiscito” para Milei, pero también una señal para los mercados. ¿Cómo podría el resultado electoral argentino influir en la percepción de los inversionistas sobre América Latina y, en particular, sobre el Perú en un año de incertidumbre política?

Las legislativas en Argentina funcionan como un verdadero plebiscito para Milei: ahí se verá si cuenta con respaldo social suficiente para sostener su programa de reformas. Pero también son leídas por los mercados como una señal de gobernabilidad. Si Milei logra un buen resultado, el mensaje es de continuidad en la estabilización macroeconómica y mayor capacidad de avanzar en reformas estructurales. Eso puede mejorar la percepción de riesgo sobre la región, mostrando que es posible aplicar ajustes incluso en contextos complejos.

El ‘efecto Milei’ ya está generando opciones libertarias en otros países de América Latina. Si Milei tiene éxito, esto podría expandir esa ola y abrir camino a expresiones políticas similares en la región. Pero si le va mal, las implicancias también serán relevantes: esos espacios libertarios que hoy buscan acceder al poder podrían ver debilitada su narrativa y enfrentar mayores dificultades para ganar legitimidad.

Además, es importante considerar que las inversiones, especialmente en sectores como la minería y el petróleo, se miran en horizontes de muy largo plazo. Los inversores no solo esperan que Argentina baje la inflación por algunos meses, sino que realmente muestre capacidad de sostener cambios estructurales. Ese es el verdadero termómetro para atraer capital productivo.

En un año de alta incertidumbre política en América Latina, con procesos electorales en marcha, los inversionistas suelen mirar en conjunto: Argentina y Perú no están aislados. En el caso peruano, la fortaleza macroeconómica y la estabilidad del sol son un activo, pero la inestabilidad política genera interrogantes. Si Argentina muestra que puede ordenar su economía con respaldo social, eso puede reforzar la confianza en la región; si fracasa, el riesgo es que se acentúe la percepción de volatilidad latinoamericana en general.

La visita de Javier Milei al CADE Empresarios en Perú, semanas después de las elecciones legislativas, lo pondrá en el centro de la agenda económica y mediática. ¿Qué impacto cree que tendrá esa presencia en el debate empresarial peruano, considerando la figura disruptiva de Milei?

La participación de Javier Milei en el CADE, justo después de las legislativas, sin dudas lo pondrá en el centro del debate económico y mediático peruano. Milei suele contar con un respaldo importante del sector empresarial y, por su estilo, despierta mucha atención: se ha convertido en un showman de la política, capaz de transformar cada aparición en un evento mediático y de instalar temas en la conversación pública.

Seguramente intente volver a poner sobre la mesa su agenda de reformas estructurales, centrada en reducir la intervención estatal y promover mayor protagonismo del sector privado. Ese discurso genera entusiasmo en parte del empresariado, pero también abre interrogantes sobre hasta qué punto esas recetas pueden aplicarse en un país como Perú, con más de 70% de informalidad y una gobernabilidad atravesada por la fragmentación política.

Su visita al CADE puede generar dos reacciones opuestas: despertar en algunos el interés por replicar su modelo o, por el contrario, reforzar en otros la idea de que ese camino no es el adecuado para el Perú. En cualquier caso, lo que asegura es abrir un debate que obligará a empresarios y a la sociedad a reflexionar sobre qué transformaciones son realmente posibles y convenientes en el contexto peruano.

El informe habla de un escenario de “juego de vetos” más que de mayorías en el Congreso argentino. ¿Qué riesgos supone para la gobernabilidad y qué enseñanzas podría extraer el Perú, donde también se prevé un Congreso fragmentado tras las elecciones de 2026?

El escenario de ‘juego de vetos’ en el Congreso argentino refleja la dificultad de construir mayorías estables. El riesgo es que, en lugar de generar acuerdos que permitan avanzar en reformas, prevalezca una lógica de bloqueo mutuo: el oficialismo sin votos suficientes para aprobar sus iniciativas y la oposición con capacidad de frenar, pero no de proponer una agenda propia. Eso debilita la gobernabilidad y, en última instancia, erosiona la confianza de la sociedad y de los mercados.

Para el Perú, donde se anticipa un Congreso fragmentado tras las elecciones de 2026, la enseñanza es clara: la clave no está solo en la aritmética legislativa, sino en la capacidad de los gobiernos de construir consensos mínimos y gestionar los disensos. Si no se logra, el riesgo es caer en la parálisis institucional y en un desgaste acelerado del capital político. La experiencia argentina muestra que, aun con un presidente fuerte en términos de apoyo popular, sin acuerdos legislativos sólidos resulta muy difícil sostener transformaciones profundas.

Si comparamos a Argentina y Perú, ambos países enfrentan el desafío de reducir pobreza en medio de tensiones políticas. ¿Qué rol debería jugar el sector privado para sostener confianza ciudadana y crecimiento económico en contextos de polarización política?

Argentina y Perú enfrentan un mismo reto: reducir la pobreza en medio de tensiones políticas. En ese contexto, el sector privado tiene un papel decisivo que va más allá de la inversión. Se trata de sostener la confianza ciudadana y aportar estabilidad cuando la política genera incertidumbre.

Para lograrlo, las empresas deben combinar su aporte económico con una gestión profesional de los asuntos públicos y una comunicación clara. No basta con invertir: es fundamental mostrar con hechos que la actividad privada se traduce en empleo formal, innovación, impuestos que fortalecen al Estado y desarrollo en los territorios. Eso permite construir una narrativa positiva y contrarrestar la visión crítica que muchas veces se instala sobre el empresariado.

En escenarios de polarización, el sector privado puede ser un actor articulador, capaz de generar consensos y de involucrarse en la resolución de problemas comunes junto al Estado y la sociedad civil. Su liderazgo tiene que mirar más allá de la coyuntura, porque lo que está en juego no es solo la rentabilidad de corto plazo, sino la capacidad de transformar el crecimiento económico en movilidad social y reducción de la pobreza.

En definitiva, el empresariado no puede limitarse a ser un actor económico: necesita ser también un actor social y político, que contribuya a sostener estabilidad y confianza en tiempos de fragmentación. Y para lograrlo, requiere buenos voceros y liderazgos potentes, capaces de comunicar con claridad y conectar con la ciudadanía.