Chevron, una oil major, ha marcado su ingreso oficialmente al mercado de hidrocarburos del Perú. Su estrategia se centrará en la exploración en tres lotes marinos frente a la costa de Piura: Z-61, Z-62 y Z-63.
Según nuestras autoridades, esta inversión “ratifica la confianza que inspira el Perú para el desarrollo de grandes proyectos energéticos y reafirma el potencial del país para aprovechar nuevas reservas de petróleo y gas natural”.
Sin duda que el ingreso de Chevron es la mejor noticia que ha tenido el sector hidrocarburos peruano en los últimos años. Es una oportunidad única para reactivarlo.
Sin embargo, es solo el primer paso y nuestras autoridades no deben conformarse o pensar que el trabajo ya finalizó.
El verdadero trabajo del gobierno comienza ahora: pasar de solo firmar un contrato a ser un verdadero socio eficiente, confiable y proactivo que garantice las condiciones para que la exploración se lleve a cabo sin obstáculos evitables y, sobre todo, se logre el desarrollo y producción de dichos lotes u otros que vayan entrando.
Si el Estado peruano logra gestionar este proyecto con éxito, no solo retendrá a Chevron para las fases de desarrollo y producción, sino que enviará una señal inequívoca al mundo de que el Perú está abierto y es un país serio para este tipo de inversiones.
A tal fin, entidades como Perupetro, el Osinergmin y los ministerios competentes deben tener la capacidad técnica y la agilidad para revisar y aprobar los permisos de una operación offshore de manera eficiente, sin convertirse en un cuello de botella, pero manteniendo altos estándares de seguridad.
Evitar la duplicidad de funciones y la contradicción entre entidades de diferentes niveles de gobierno (nacional, regional, local) es medular para dar una señal de unidad y coordinación al inversionista.