El cónclave que definió el rumbo de la Iglesia Católica comenzó el miércoles 7 de mayo por la tarde en el Vaticano, después de una meditación extendida que retrasó la primera votación hasta las 7:30 p.m. En esa primera ronda emergieron tres nombres clave: Pietro Parolin, Peter Erdo y Robert Francis Prevost.
Parolin, conocido por su papel como secretario de Estado durante el pontificado de Francisco, contaba con experiencia diplomática pero despertaba dudas por su cercanía al aparato curial. Erdo, respaldado por sectores conservadores y cardenales africanos, no logró reunir el apoyo necesario en un colegio cardenalicio moldeado por Francisco. Fue Prevost, estadounidense con fuerte vínculo con Perú y prefecto del Dicasterio para los Obispos, quien sorprendió a muchos.
Aunque no figuraba entre los favoritos, su perfil sereno, su experiencia misionera en América Latina y su papel como moderador en reuniones previas al cónclave lo convirtieron en una opción cada vez más atractiva. Sin campañas ni estrategias visibles, su estilo sobrio y dialogante fue ganando terreno.
Según reconstruye el diario The New York Times, cardenales de diversas regiones comenzaron a prestar atención a su figura. Apoyado por figuras como Timothy Dolan y Joseph Tobin de Estados Unidos, así como Baltazar Porras de Venezuela, Prevost fue sumando adhesiones también entre algunos cardenales europeos y asiáticos.
Durante las votaciones del jueves 8 de mayo, la tendencia se consolidó. En la cuarta ronda, Prevost alcanzó los 89 votos necesarios para obtener los dos tercios requeridos. La sala estalló en aplausos, y el cardenal David, de Filipinas, relató que su compañero Tagle incluso le ofreció un caramelo al nuevo papa para aliviar la tensión del momento.
El cardenal Tsarahazana, de Madagascar, aseguró que la mayoría alcanzada fue “muy, muy amplia”. Horas después, Robert Francis Prevost apareció por primera vez en el balcón de San Pedro como León XIV, el nuevo líder de la Iglesia Católica.